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Mar de Ajó, Buenos Aires, Argentina
Sé todo lo que sé, más no importa, voy por lo que aún no sé. Si querés saber quien soy, sin dudas, leé Ciruja Cósmico en el blog...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EVANESCENTE PRINCESA.

Camino por mi imaginario mundo exquisitamente ambientado, la exacta alquimia de medioevo onírico, quimera y esencias sin parentesco con los burdos olores medievales.
La tenue princesa, acompaña mis pasos, tan evanescente ella que no puede sentir el frío de mis labios marchitos por su ausencia.
Y helados, por todo lo que siempre quisieron decir y jamás pudieron emitir.
Cobardía… pienso, pero sacudo ese fantasma con un grito ahogado.
No, no ha de ser, soy un valiente caballero, pero veo, siento intuyo, que fue miedo, tonto y rudimentario miedo…
Nunca un sentimiento puede herir tanto el alma del caballero, como el miedo.
Más puedo dar fe, y juro a los paganos duendes de este bosque, que jamás antes lo he sentido.
Sin embargo, rehúsa retroceder, como un dragón enfurecido protegiendo sus vástagos. Me obliga a analizarlo.
Y pienso…
Pienso como el alma que si, tal vez, ese miedo se ha corporizado.
Intuyo donde y lo veo en la morada de su corazón, mas quizá, no le pertenece, lo miro atrevido más de cerca y veo.
Veo que es mi miedo reflejado en ese corazón…
Algo se acerca, me pongo alerta, como guerrero, distingo el galope del caballo enemigo.
Me pongo inquieto, y espero, mas nunca llega.
Sigue ahí, y caigo en cuenta que ahí es donde mora, es mi corazón desbocado, que viene a tomar en sus manos ese miedo mal atribuido.
Y una epifanía me permite comprender, que ese miedo, reflejado en tan dulce corazón, pertenece al mío.
Ingiero unas plantas, que vi usar tantas veces a esas hechiceras que buscan verdades mas allá de la comprensión.
Vomité mi propia culpa y en ese estado entre la gloria y la agonía, descubrí mis miedos…
¿Y si no soy realmente bonito?
¿Y si no soy yo, ese impecable caballero?
¿Y si los años de batallas, me llevaron a perder el juicio?
¿Y si la evanescente dama de mis sueños, es solo eso para mi, pero hermosamente tangible para algún caballero verdaderamente bonito?
¿Y si la falta de juicio ha marcado su hora en mi vida, y me ha despojado del único honor que poseo, que es ser un guerrero caballero?
La droga agudiza sus efectos, y con ella, el dolor de una lucidez fuera de este plano.
Resisto, lucho contra los fantasmas y pienso…
¿Será acaso miedo a lastimar el corazón amado?
Me aferro como un náufrago al tiburón que lo mata, solo por el placer de flotar un instante más en este pensamiento… Pero trata de evadirme, con feroces dentelladas, que me hacen intuir, que a pesar de haber sido bonito, a pesar que tantas princesas soltaron ese nombre de sus labios, un guerrero, siempre tiene presente la efímera entidad de las cosas en este mundo.
Caigo en espiral en un oscuro lago, aferrado a retazos de una vida otrora plena, que se deshacen como papel en el agua… Y me hundo…
Cuando ya no resisto, recupero mis sueños, sueños de soledades compartidas, de amores esperados, de compromisos livianos y sentimientos pesados.
De caricias interminables besos fundidos, amaneceres amalgamados, noches de calderos.
Destinos de climas soñados para dar rienda suelta a tanto fuego.
Estoy muriendo, tal vez del modo que algunos definen como el mismo nacimiento.
Al agua la oigo tibia, al entorno lo saboreo suave, a la belleza irreal de este lugar la huelo fragante, a mi ceguera, la veo brillante y el tacto… el tacto de ese amor, suave, suave como el nonato a punto de nacer.
Respiro el agua, pero ya no importa, porque la sé imaginaria y asciendo…
La superficie del lago me recibe esplendorosa, con su negrísimo cielo tachonado de increadas estrellas, en el cuadro mas bello jamás creado, enmarcado en añosos árboles, de ese extraño plateado que solo la luna de los enamorados puede crear.
Floto displicente hacia la orilla, feliz, en paz y decidido a enfrentar mi destino como guerrero digno y caballero cabal.
He tomado la lacerante decisión, más ya no quema como hiero salido del caldero en la mano del torturado.
Es a cara o cruz, como siempre fue, como en tantas batallas, aunque el miedo de las últimas casi me haya paralizado.
Camino a los aposentos del palacio, tomo la pluma, la tinta roja, que en tan pocas ocasiones usé en la vida y escribo…
Las horas se consumen mucho más lentamente que el petróleo de las lámparas, pero satisfecho, logro terminarla después de un denodado esfuerzo.
Temeroso aún, la leo y releo mil veces antes de montar mi corcel, ese que intuyo ella ama.
Me asalta la duda acerca de mi propia mortalidad y temo perderme en el camino, por lo tanto, decido hacer una copia, por el peregrino pensamiento, que si no llega a destino, por algún mágico artilugio, la evanescente princesa la encuentre y sepa la verdad.
Se que es improbable, pero pienso que mi propia vida es improbable, por lo tanto, la dejo en esa ancestral mesa de roble, pensando cuantas nuevas generaciones vio pasar este noble árbol y conmovido por su nobleza, lo nombro custodio de la copia.
Si la magia no se produce, sabrá a quien dársela para que futuras generaciones, conozcan esta historia.
Iba a partir, cuando volví sobre mis pasos, pensando que ese noble árbol que trabajó toda su larga vida para dar sin esperar, esas hermosas maderas, quizá no sabría leer.
Venciendo mi sentimiento de ridiculez, ayudado por mi soledad mas absoluta, leí para esos maderos, ahora mis mas caros amigos, la carta a la amada.
Busqué mi más bella voz y perfecta dicción y solemnemente leí para ella…
Amada mía: Bonito… ¿Soy yo?
La antiquísima mesa, crujió de placer, y tomándolo como un buen augurio, monté mi noble corcel y partí a mi última batalla.
No había nada que temer.
Había solo dos resultados posibles, uno, la Gloria, el otro, el Oprobio…
El caballero de las sombras.

sábado, 30 de octubre de 2010

Esplendor, tribulaciones y ocaso del reino de los Hijos de Puta

Por suerte, contamos con este giro idiomático tan rico en expresión, Hijo de Puta, que independientemente de las inclinaciones sexuales de la progenitora, define muy nítidamente una casta que permanentemente, diseñó el mundo a su antojo perpetuando un sistema de mierda, basado en la opresión.
Esto, maquillado a través de los siglos de las más variopintas maneras.
Visto desde el punto de vista global, resulta agobiante, irrevocable como un virus que todo lo impregna.
Es algo así como un retrovirus, que replica los sueños de la gente para no ser detectado por los mecanismos de defensa de las sociedades.
Como todo virus exitoso, se replica en un crescendo, y en las etapas finales se torna tan incontrolable, que se suicida matando al vehículo que lo hospeda.
No viví todo el desarrollo de la enfermedad, porque nadie dura tanto, pero siento que si estoy viviendo, su etapa terminal.
Me pregunté si mi sed de utopías, no estaría distorsionando mi juicio, pero sinceramente creo que no.
El virus, se gestó, cuando algún primigenio Hijo de Puta, tal vez algo escaso de condiciones, sembró la idea de que el poder está en las pertenencias, y no en la cabeza, que es su lugar natural de residencia.
Tal vez haya sido una especie de proto-Magnetto, o tal vez un turro carismático, como tantos que soportamos.
Quien sabe...
Lo cierto es que se impuso.
No es casual, que todo sistema de dominio, implique destruir a las cabezas notables que puedan desestabilizarlo.
Aquí nace otro mal que tan bien conocemos, que es la traición, o la inteligencia complaciente al servicio del Hijo de Puta de turno.
Así transitó este sistema con distintos ropajes, la historia de la humanidad. 
Desde el loco que arrasaba aldeas en su afán de poder, hasta los mamarrachos que hoy día pululan por el mundo, pasando por los feudales y monarcas chupasangre, hoy travestidos en el real poder detrás de la historia, los dueños de la pelota, los dueños del capital.
Tan boludos fuimos, que nos dejamos correr con billetes del estanciero.
Una vida, parece no ser mucho tiempo para hacer algo al respecto.
Pero visto de otro modo, que por lo general es desde donde miro las cosas, tampoco es para despreciar lo que se puede hacer de ella.
Sobre todo si pensamos que lo que somos, se gestó a partir de una ínfima cabeza, impulsada por una cola, que infiltró un óvulo que solo era una célula.
Si la evolución funciona así, yo funciono así.
Pero como semejante pelotudez, solo puede albergarla una mente inmadura, típica de un adolescente y el cronómetro me venía corriendo para madurarme, opté por la prosaica solución de tirar el reloj a la mierda y persistir en mi eterna inmadurez.
Así transité esta ficción que es mi vida, tan ficticia como la de todos, pero al menos, guionada por el autor.
En el camino, traté de sembrar los gérmnes de la utopía, por lo tanto a esta altura del partido, ya debe haber una legión de infectados.
Y esta permanente falta de madurez, me permite ver a los jóvenes a los ojos, desde su misma altura.
Y a pesar de que lógicamente, no todos califican, sí encuentro una legión de despabilados, que comparativamente, nos llevan una considerable ventaja.
Ven al mundo desde otra perspectiva, tienen frescas las esperanzas y eso, es conmovedor.
Será por eso tal vez, que en estos días, donde una muerte notoria, nos hace redescubrir algo cotidiano de una manera diferente, me encontré con las mejillas mojadas sin estar llorando.
Me pregunté porqué, ya que la muerte, no me conmueve particularmente, porque la tomo como inherente a la vida.
Me di cuenta de algo que ya sabía.
No es la muerte lo que me conmueve, sino las consecuencias de la misma en el entorno.
Y como nos perpetuamos a través de esas consecuencias.
De ahí, llegué a concluir que lo que realmente me conmovía, era ver que la gente, estaba llorando su propia esperanza.
Y aquí es donde me detengo y hago esta reflexión.
Siempre, me llamó la atención, que los grandes genocidios, fueron perpetrados por un puñado de Hijos de Puta, contra enormes cantidades de seres.
Esto me llevó a preguntarme, porque eran incapaces de articular una defensa, aunque más no fuese, la opción suicida.
La respuesta que primero salta a la mente, es, por miedo.
Y sí, el miedo paraliza, pero ante lo inevitable, ¿que mas da?
Analizando un poco más, me di cuenta que lo que los lleva al cadalso es la esperanza...
La esperanza de que tal vez no me toque, la esperanza de que tal vez me toque, pero tal vez no le toque a los que quiero, la esperanza de que el verdugo muera antes que la víctima...
Infinitas esperanzas.
Tal vez, el arma secreta de los Hijos de Puta, sea inocular la esperanza.
Me preocupé unos minutos, hasta que volví a tomar conciencia de la humedad de mis mejillas.
Eso, eso realmente me tranquilizó, porque las falsas esperanzas, no pueden despertar un sentimiento atávico, ligado a nuestra misma concepción.
Y me alegré.
Creo que hoy estamos en un momento histórico, donde empiezo a sentir que podemos dar vuelta la historia.
Con los reparos del caso.
Conscientes que estamos haciendo los palotes de lo que vendrá.
Hasta hace muy poco, seguíamos con una política a vapor, más propia de de los comienzos de la revolución industrial, inhumana, depredadora, térmicamente ineficiente y altamente contaminante, que con la que necesita este entorno nuevo.
Creo que es hora de sacar la política de fisión del laboratorio y tirarla a la cancha.
Que se licite el diseño de los nuevos paradigmas entre todos aquellos que pudiendo haber sido los reyes de los Hijos de Puta, eligieron jugar para el bando de la resistencia. 
La cabeza, como los ojos tiene diferentes grados de sensibilidad, las hay que ven cerca, y las hay que ven lejos.
Unas, gestionan, otras se van de viaje y plantan mojones.
Las dos sirven.
Lo que no sirve es el poder heredado, porque nada garantiza que el vástago de un genio, no sea un pelotudo mayúsculo (por eso fracasa la monarquía...)
Mucho menos, el poder comprado con el atropello de los recursos.
Sin embargo, cuando trato de identificar un sistema que no haya padecido algunos de estos vicios, me cuesta encontrarlo.
Quizá, porque olvidamos que somos animales, y como tales, aprendemos por imitación.
Si abordamos el mundo en su conjunto, todo se torna una pelotudez, ante la magnitud del desafío.
Pero volviendo al ejemplo de la cabeza que fecunda el óvulo, si actuamos de determinada manera, mostrando el truco, quienes nos rodean, empezarán a practicarlo, haciendo que sus respectivos entornos, repliquen el proceso.
Primero, el clan, luego, las chozas vecinas, mas tarde, la tribu, un poco después la aldea, de pronto varias aldeas, cuando menos lo esperemos, suena el corno y una nación se aglutina.
Ni más ni menos que una serie de Fibonacci, tan común en la naturaleza, creando algo imparable.
De esta manera, pero a la inversa, nos implantaron todo lo que hoy padecemos.
Es momento de resetear.
Quizá, no por nosotros, pero si queremos trascender a través de nuestros descendientes, debemos dejarle cuanto menos, un entorno.
Y la huella genética del anticuerpo del virus que nos enfermó como sociedad.
La conciencia.
No al conciencia moral, repartidora de culpas y absoluciones, me refiero a la conciencia de estar conscientes, conscientes de si mismos, del otro, de la equidad, de la justicia, del disfrute, de la intensidad de los momentos vividos a pleno por el simple hecho de estar conscientes.
Todo está latente, todo puede pasar.
Solo es cuestión de hacer zapping hasta enganchar el canal correcto.
Salud a todos los jóvenes que empujar por un lugar más justo, salud a quienes ya se fueron defendiendo esos ideales y salud a los que aún vivimos y estamos para apoyar. 
Chin chin...
PD: Pido públicas disculpas si parte de mi insanía se plasmó en este escrito, más ruégole amigos, la condescendencia de no mandar a los señores de blanco, que tanto daño me hacen a mi domicilio.
Tal vez, termine siendo una mala película, pero es una de las últimas de mi vida, y me place actuarla.
Un abrazo.

martes, 26 de octubre de 2010

Incorporación al kartódromo de un parque de educación vial.

El kartórdomo ubicado en el Parque General Lavalle, es un lugar ideal para instalar una escuela de educación vial, con fines formativos y recreacionales.
Esto, no invalida su uso como velódromo por parte del Club del pedal.
Se trata, de optimizar su utilización, incorporando actividades.

¿Cual es el objetivo?

Educar a los chicos en la comprensión y respeto de las normas de tránsito y de manejo.
Usar el mismo material con fines recreacionales, por ejemplo, los fines de semana y temporada alta.
Utilizar tiempo y espacio ocioso.
Brindar una herramienta educativa mas, incorporando la parte lúdica al aprendizaje temprano.

¿Quienes podrían participar de las propuestas?

La dirección de cultura, con el asesoramiento y colaboración de la dirección de tránsito.
A través de la misma, los colegios de todo el partido.
Los particulares, alquilando los vehículos con fines recreativos.

¿Que se pretende?

Recrear, de la manera más fiel posible, las situaciones habituales de tránsito, conducción e interpretación de normas.
Simular el proceso de obtención del carnet de conducir.
Utilizar el examen de vista, como detección temprana de problemas visuales.
Entregar a los chicos un registro, que eventualmente puede funcionar como entrada a algún evento cultural, por ejemplo.

¿Con que se cuenta?

Con el espacio físico del Kartódromo.
El mismo cuenta con varios circuitos, por lo que puede desarrollarse la actividad con varios grupos a la vez.
Estructura edilicia, para albergar el ámbito teórico.

¿Qué falta?

Autos a pedal o preferentemente eléctricos.
Señales en miniatura.
Semáforos idem.
Marcación de pavimento: Para no estropear la pista, donde se realizarán otras actividades, las mismas, estarán impresas en lona vinílica.
PC con cámara e impresora.
Material didáctico y folletería.
Personal.


¿Cómo funciona?

Se recibe a los chicos y se comienza con una charla teórica sobre las normas básicas, su función, importancia y aplicación.
Explicación del significado de las señales.
Se alerta sobre accidentes más comunes y sus causas.
Se simula el trámite de obtención del carnet de conductor.
Luego se pasa a la práctica, con recorridos por los circuitos.
Se imprime y entrega el carnet.
Vuelven los chicos  a usar libremente los autos.

Mantenimiento.

A través de la recaudación del alquiler recreativo, en fines de semana y especialmente en temporada.
Apoyo de comercios, fundaciones e instituciones, a través de publicidad en la folletería.

Daniel Rodríguez.

Y al final, el niño me dijo...


de Daniel Gustavo Rodríguez, el El jueves, 22 de julio de 2010 a las 5:15
Por suerte, la vida es un sube y baja, de no ser así, nada pasaría. Es más, ni siquiera tendríamos referencias para disfrutar cuando creemos estar bien.
Sospecho que si te estás buscando en otros planos, es porque ya te encontraste.
A veces, encontrarnos es fácil, lo difícil es saber que hacemos con ello.
Es casi una norma, que si no nos gusta lo que encontramos, lo negamos y seguimos revolviendo hasta que encontremos algo presentable...
Tenemos tantas facetas, somos tantas personas en una, que asumirlo y hacerlo funcional, es el verdadero desafío.
Cuando nos buscamos, encontramos todos esos personajes que no quisiéramos ser, pero somos.
Siempre pongo en duda la pretendida unidad del ser, tal vez porque nunca logré concretarla, sin embargo, estoy más que satisfecho con haber hecho de mis contradicciones, mi fortaleza.
Me nutren, me hacen más rico, me brindan herramientas para poder ser tantas personas como las que necesite comprender.
Cada uno de esos seres, se ponen de manifiesto cuando me acerco a alguien y en mayor o menor medida, me siento reflejado.
Mucho pensé sobre si es correcto este camino, pero cuando analizo las sensaciones y sentimientos más profundos del ser humano, me doy cuenta que funcionan de manera análoga.
Por ejemplo, cuando el arte nos produce algo más profundo que la evaluación lisa y llana de la obra, es porque nos sentimos identificados, reflejados, afines y en algunos particulares casos, nos sentimos mimetizados con el autor. Hasta el punto de reproducir los sentimientos que arrastraba,mientras la realizaba.
Cuando un pensador nos llama la atención y tratamos de aprehender (con h) su esencia, automáticamente intentamos adentrarnos en su piel.
Si tenemos algún referente en deportes, actuación o lo que sea, lo corporizamos para internalizarlo.
Así, con casi todas las cosas profundas, que aspiramos incorporar a nuestro ser.
¿A que viene todo esto?
Viene a cuento, que para actuar estas vivencias, recurrimos a nuestras diferentes personalidades, absolutamente innatas y visiblemente manifiestas en los niños, cuando aún no fueron maceradas en las convenciones de la vida.
Se me podría condenar por pretender que esa supuesta inmadurez, sería impracticable en un adulto.
A lo que respondo, que en realidad, hablando en general, tradicionalmente, se domestican esas facetas de la personalidad, para crear seres funcionales.
Algunos, se adaptan a esta especie de sopor, sublimando todas estas contradicciones, en conflictos más o menos manejables.
Otros tantos, no aciertan entender los porqué, pero perciben estos conflictos, casi como ingobernables, pagando el precio de la insatisfacción, no atinado a sosegar sus fantasmas.
A mí, particularmente, lo que me ocurre, es que aprendí a convivir con mis fantasmas, a usarlos, a quererlos y mantenerlos activos.
Es la manera que encontré para que no me gobiernen, y el destino de todos ellos, sea marcado por quien quiero ser.
Sencillamente, conviven en mí, actúan, me enriquecen, me obligan a pensar las cosas desde los distintos personajes.
Libran batallas internas alrededor de cualquier idea, apoyándola y atacándola, en permanente debate.
No me molesta, es más, cuando alguna idea sale, ya está bastante argumentada, al menos para sostenerse ante mí.
Siento que es la diferencia entre ser un buen actor de nuestras vidas, o ser el guionista, productor y protagonista.
Tengo recuerdos extremadamente vívidos de mi infancia más tierna. Cuando me preguntaba ¿porqué?, encontré respuestas varias.
Una de ellas, por ejemplo, es la siguiente...
Desde que aprendemos a caminar, intentamos llegar al picaporte para abrir la puerta e intentamos sistemáticamente, hasta alcanzar la altura adecuada, tal vez a los cuatro años. Es muy, pero muy difícil, que pueda olvidar la sensación de ese pequeño-enorme triunfo y su aprendizaje.
Y esto es así, porque ese simple proceso, a los cuatro años, probablemente haya consumido más de la mitad de mi vida...
Cualquier cosa que realicemos con semejante intensidad, será indisoluble de lo que somos.
Esto, al crecer, y ante la sucesión de estímulos externos, que nos apresuran el aprendizaje, pero nos quitan vivencia, va formando la matriz de nuestro proceso de crecer.
Nos va convirtiendo lentamente, en tomadores de experiencias ajenas, que vamos haciendo nuestras, y dejamos de alguna manera de ser creadores.
Y no hablo de trabajo o arte, hablo de ser creadores de nuestras propias experiencias, que son en definitiva las que crean nuestra vida.
Tuve mucho que desaprender, para permitirme apenas remedar esos sentimientos de certeza absoluta que tenía cuando niño.
Me asombraba que se asombraran de lo que era.
Hoy, a la distancia, y viéndolo de afuera, me hace entender, que ahora mismo, no dejo de ser un pelotudo medianamente ilustrado, y me pregunto cuanto talento le afané a ese pibe para dilapidarlo en infinitas pruebas y errores para convertirme en lo que soy...
Cuando en realidad, ese chico siempre estuvo esperando que volviera, a preguntarle como era que se vivía.
A explicarme que la libertad, no está afuera de los barrotes.
A decirme que el amor y el odio duran tanto como el enojo de un niño.
A decirme que la vida sigue siendo tan efímera e intensa como cuando aún no sabía que era mortal.
A decirme que no tenía ningún pecado original y que lo original del pecado, es que siempre lo juzga otro.
A decirme que mis imaginarios juegos, eran tan o más reales que esta realidad que hoy me toca.
Tantas cosa me dijo, que es casi como si nada me hubiera dicho, pero cuando lo miré a los ojos, no pude volver a dejarlo y desde entonces anda conmigo para todos lados.
Siempre paciente, esperando que lo consulte para no cometer alguna boludez...
Dani.
El niño que dice...

lunes, 27 de septiembre de 2010

BONUS TRACK DEL CIRUJA.

  BONUS TRACK:
IDEAS EN GRAGEAS E IMÁGENES. DANIEL.

DE AGONÍAS, ÁNGELES Y ALEGRÍAS.

Hoy desperté, en el sentido más prosaico, solo desperté…
De un sueño vidrioso, frágil y volátil.
Mi lucidez, licuada e inmersa en el frenesí de una tormenta eléctrica en mi corteza cerebral. Miríadas de relámpagos se disparan a mis músculos más recónditos.
Sufro, ni siquiera me reconozco.
Activo la coraza, y salgo a escena.
Y el público nada sabe, aplaude y se emociona ó injurian y denostan.
Todo según su insano y estrafalario criterio.
Como ayer, como hoy, como siempre, más no importa…
Puedo vivir mi vida para ellos…
Y también la que ellos no tienen, más duele, y duele, y vuelve a doler.
La coraza se pone tenue, casi vaporosa y se disuelve.
Dejando en el cuerpo nuevas, viejas cicatrices.
Un ángel, viejo conocido, de tan alejado, casi perdido, volvió conmigo.
Y untó de piedad mi traje raído.
La materia no ceja, y como cruel tirana a sus súbditos reclama, más no seré yo quien ceda querida, no, no y no.
Ni mi ángel del regreso, ni mis ángeles perseverantes, tampoco los neutrales, ó neo alejados, lo merecen…
No merecen que yo ceda, pues también con su salario, pago el caro vicio de la rebeldía y de la falsa libertad, en el prostíbulo de la vida…
Y lo digo despacito, en susurros desgarrados, muy, muy bajito…
y solo para ustedes, creo que la vida va ganan…
Siete, número divino, son los ángeles que he tenido.
Truenos de la historia los asustan sin sentido.
Relámpagos que ciegan, desdibujan el camino y tormentas inclementes, manchan alas y vestidos. Más no cejen en su empeño y reúnanse conmigo.
Mucho es, lo que de ustedes necesito, pues soy…
Soy su octavo adormecido, despierten al entero y salgamos al camino.

Daniel e hijos.

Cualquier lado, el Domingo 13 de Enero de 2008.

CULPA (NO HA DE SER TAN IMPORTANTE…)

No ha de ser tan importante éste calor sofocante decía Eva ignorante de su corazón palpitante. Casi ebria cavilaba y su cadera meneaba, al ritmo de la tierra danza de reina madre.
Adán sintió en si mismo todo el poder divino, que trajo de oriente el levante, colocándolo bajo esa hoja ignorante.
Del pudor de haber sentido y ese rubor mal escondido nació la culpa primera, progenitora de todas las eras.
Y viendo esto, el Edén esquivo, partió en silencio como alma en pena, pues se supo padre del amor, más negó, ser madre de la culpa ajena.
Consigo llevó la dulce droga.
Domaba el tiempo, desterraba la memoria y convertía los cuatro reinos en un vergel, sin gritos ni lamentos.
No ha de ser tan importante, dijo Eva en su simpleza.
No ha de ser tan importante, repetía Adán…, no su cabeza.
Y desde entonces la tierra grita, cambió caricia por aullido, y cuatro reinos atormentados, claman por volver a su pasado.
Sabio Edén porqué has partido, ¿Qué te aterra, viejo ladino?
¿Será que conocías el resultado? ¿Ó el juicio del destino?
Sólo Adán y sólo Eva, que sufrieron la miseria de cargar la culpa entera, podrían perdonarte, la huída traicionera.
No ilustrar es de cobardes, y esto, Edén, tú bien lo sabes; no fueron ellos los culpables, ni sus sexos palpitantes.
Quién te echó de estos lares, fue la culpa, cruel amante, la más fértil madre del universo conocido.
Mujer de cascos ligeros, que va de amante en amante, dulce manjar que sublima el instante, para derramar su hiel en el futuro distante.
Pero hoy te maldigo, vieja ramera, maldigo tu nombre y tus hijos…
Sabes que eres la culpa primera, madre deforme de todo problema. Borracha de arrogancia, sé de algo que te aterra…
El auto perdón, quita lastre, permite volar a cualquiera.
Y flotando liviano, entre el cielo y la tierra, le grito al divino…
¡Yo me perdono…! Y escapan de mí, un millón de demonios.
No ha de ser tan importante…, ya dejó de ser un calmante.
Microscópicos detalles engendran este instante.
Aquí y ahora yo estoy vivo, ayer, no sé y mañana…, mejor me río.
Miro al cielo y veo un ave tan extraña como un alma Maltrecha y con vuelo vacilante que ya lleva mi mensaje.
Es mejor sin equipaje, ni mochilas, ni estandartes, que las cosas de valor, se acopian en el alma y vacía de toda culpa, ya nunca se rebalsa.
Ya no temo y ya no pienso.
Poco importa, poco duele Veo y siento, lloro y río, y aunque todo esto sea mentido, Dios sonríe, y mientras creo que crea, creo problemas para que no se la crea.

Daniel 27 05 02

SOY YO… ¿VERDAD?

Hola, aquí estoy.
Soy yo, por si a alguien le interesa.
Imagino que escribo, por si acaso estoy vivo.
A veces pienso que pienso y hasta creo haber nacido.
Miro y no veo, el mundo en que vivimos.
Decorados, muchos decorados.
Inasible, sutil y evasiva es la realidad, sobre todo, la mía.
Tan inasible, sutil y evasiva resulta, que ni siquiera es realidad.
Quien te dijo, vida mía, que buscaras la verdad.
Sin antes decirte que no es verdad.
La verdad y el horizonte se parecen demasiado.
Casi cómplices, nos engañan.
Algunos, se sientan a esperarlo, pero nunca llega.
No lo tienen.
Otros, salen a buscarlo caminando, y se le aleja lentamente.
No lo tienen.
Unos pocos, deciden correrlo, pero escapa velozmente y los agota.
No lo tienen…
Como a la verdad…
La verdad???
¿Será posible, que imaginando que escribo, haya descubierto la única verdad?
Si..., sí, sí La única verdad es, que no hay ninguna verdad.
Y pienso…
Pienso que no es verdad… Falso… y lo veo… otra paradoja…
Cómo yo.
Cómo vos.
Cómo la vida.
Y grito, grito estúpidamente, no hay verdad…
Y juro que es verdad…
Como yo, un fantasma…

Dicen que es Sábado 12 de Enero de 2008. A las 5:11 ¿Será así?

VIDA. ¿PINTURA Ó ESCULTURA?

Muchos ven la vida como una pintura; la descubren, se maravillan, recorren el plano y la interpretan.
Es el cuadro de su vida, lo compran y se lo llevan.
Yo, en cambio prefiero verla como una escultura.
Por más que la recorras, no puedes abarcarla.
Es tridimensional y está viva.
Lo que percibo cambia con sólo avanzar otro milímetro.
Siempre una verdad.
Infinitas verdades y todas, pero todas, con sus infinitas contracaras ocultas.
Tal vez, para entenderla, tendríamos que mirarla juntos y a la vez.
Todos los seres, conocidos ó por conocer, imaginarios ó no, unidos en una única mente universal. Quizá, sólo así podríamos captarla.
Sin dudas, un esfuerzo increíble.
Y sólo sirve como punto de partida para un nuevo comienzo.
Ya que apenas habremos visto la totalidad de la superficie.
Sin arañar siquiera una sola de sus capas internas.
Demasiado trabajo para un pobre hombre.
¿Para que comprarla?
Si a cada momento me desconcierta y debo deshacerme de ella.
Mejor juntar esas monedas e invertirlas en la eternidad.

Daniel. 13/ 03/ 03

LOBO, SE TE VEN LOS PIOLINES.

Y algún día te descubren…
Frío en la nuca y fuego…
Fuego en la mirada.
Mirada que no mira, mirada que ve.
Lobo con piel de cordero… Como vos.
Lobo dormido de prepo… Como él.
Lobo que no caza, y sabe como hacerlo.
No lo molestes que lo suelto; Soy yo.
Alguien lo dijo y mis hijos lo vieron.
Afuera esta el bueno, el hijo de puta, adentro.
¿Que hago, me duele ó me alegro?
Lobo, ¿que es esto?
Ya no hay guarida.
Lobo, fingiste…
¿O todos lo hacemos?
Lobo, cuéntale, lo que serías suelto.
Ya no molesten…
Agradezcan al cordero.

Daniel. Sin fecha… ¿2006?

EXPRESO CELESTIAL

(Mirá adonde vas ciego, ¿no ves que el mudo está llamando al sordo? Vamooos, todos arriba que zarpamos!! )

Porqué vivir así, narcotizándote, el alma en el andén, imaginario tren.
Un solo guarda, infinitos destinos.
Gente que clama y algunos dormidos y solo preguntan, mirando al cielo, quién tiene el bendito boleto genuino.
Por qué y por quién, yo soy y voy.
Por qué y por quién, yo estoy y doy?
Filósofos que arden, en alcohol y papel, venden sus verdades, frágiles para ser.
Y se desvanecen, podemos gritar, golpearnos el pecho, volver a empezar, pero nunca fue fácil de ver…
Qué mentira es la verdad si debe durar…

Canción. Daniel. 6 ó 7/5/2006.

EL DOLOR DE SABER QUE NO PODES SABER.

Solo he quedado en esta búsqueda.
Dije esperen…, solo es la enésima vez.
El dolor del alma, aguada por una confortable fe, hizo que esta mañana incendiara mi creer. Tambaleando entre el humo, ciego salí, buscando aire nuevo que me dejara vivir.
Fuego del averno, sin piel me dejó.
Hartos mis afectos de tanto dolor, me dejaron inmolarme sin alzar la voz, conocían el show… Dios, ¿Cuál es tu temor?
Proliferan tus intérpretes, y no dices ni sí ni no, estoy ó no.
¿Será que el todo es inasible?
¿Y tu búsqueda, imposible, consiste en no buscar?
Tampoco dictes reglas, que ya no voy a aceptar.
Todo es tuyo, todo es mío, somos lo mismo.
Como el bien y el mal, el estar o no estar.
¿Será la iluminación, la ausencia de saber?
¿Podrías contestarlo?...
¿O por ventura como supremo iluminado no tienes ese saber?
El saber es la fécula que espesa el caldo de la ignorancia.
Un pequeño saber se inmola, y desencadena una colosal cascada de nuevas ignorancias.

Daniel. 6/3/2007.

VERDADES ASESINAS DE VERDADES.

Como decir alguna verdad, si en este plano no pueden siquiera existir, y yo apenas puedo vivir. Te corro y te alejas siempre de mí, como ese horizonte, que inútilmente perseguí.
Verdad absoluta, ridícula mentira, cáscara vacía de toda sabiduría.
La única verdad, la tiene el ignorante…
Si desconocer, impide preguntarse.
Tenés tu verdad y acaba de incendiarse…
Yo tuve la mía, y creía consolarme.
El tiempo es un verdugo y resulta inapelable, firma las sentencias de muerte a las verdades.

Daniel. Sábado 15 de abril de 2007. Madrugada, 3 y 45.cortaron la luz.
El día del cumpleaños de Nayla.

Otros títulos que tenía:
VER-DAD-es, lo que hay que hacer.
VER-DAD-ES-OH!!!
A la verdad le cortaron la luz.

FUCK’INPANIC & Co.

Sientes tu alma temblar sin control, cambió su frecuencia y el cuerpo no oyó.
Por fuera sudas frío, pero te arde el interior.
Y retorna la pregunta…
Pero entonces…
¿Quién soy yo?
Entonces eras niño y tú alma una flor, el futuro no había anclado y mi vida era hoy...
Ese hoy que no entiende, al adulto que ya soy.
Lloro al que fui, me aterra el que soy.
Tonto mil veces, el futuro no llegó.
Disfrazado de presente, hacia el pasado huyó.
Y de aquella flor hermosa, solo un cactus me quedó.
Seco tieso y con espinas, que desgarran mi interior.
Algunos le dicen pánico, sí, ese mismo que atacó.
Dijo creo que ya pasa, el boludo, que nunca te escuchó.
Locura, aunque en voz baja, medio mundo masculló; media vuelta y a sus casas, pero el vuelto se llevó.
Pero el poeta dijo, y casi nadie lo entendió, un diagnóstico preciso, que ningún doctor vio. Calambres en el alma.
Calambres en…
Ca… rajo…
¿Quién soy yo?
Yo soy aquel que dice: Futuro anda a la mierda.
Llevá el humo que vendiste, que me importa solo el hoy.
Duérmete niño, duérmete ya, que hoy tu alma descansará.

Daniel.
Perdí la fecha y no me acuerdo. Supongo que ya tiene un par de años, laaaargos. Pasado el 20 02 08.

TIEMPO, VERDUGO DE CERTEZAS.

Toda teoría, dogma, certeza, sistema, etcétera, es irremediablemente falso.
Solo se necesita esperar lo suficiente, para que esto se confirme… Siempre.
Hay una manera, para ser un vidente de certeza absoluta…
Es declarar falsa ó equivocada cualquier teoría y esperar… Si vivimos lo suficiente lo veremos confirmarse.
Caso contrario, lo verá la posteridad, pero invariablemente se cumplirá.
La verdad, es la entidad viviente más camaleónica, puesto que involucra al todo, instante por instante.
Semejante cantidad de variables, no pueden dejarla impasible.
Creemos que todos los logros, avances, novedades, están basados en el conocimiento adquirido, cuando en realidad, son consecuencia directa de lo que ignoramos.
Empujar ésta barrera de ignorancia, va cambiando permanentemente la percepción sobre las anteriores verdades.
Cuanto más nos internemos en ésta ignorancia, que a los ojos de la mayoría es totalmente invisible, más lejos de la certeza estaremos.
Sucede que cada paso dado en esa dirección, multiplica geométricamente las dudas relacionadas a ese nuevo descubrimiento.
Y así ad infinitum.

Daniel. Sin fecha, se perdió una parte. Circa 2001. (Apareció un fragmento, tal vez descartado del original perdido.)

LA VERDAD, es un ser vivo.
El más mutante que se pueda concebir.
LA VERDAD, es la suma de infinitas verdades parciales.
Y tan fugaz, como el hijo no nacido de un instante.
Elegido entre infinitos instantes posibles.
LA VERDAD, por estas razones, es autodestructiva.
Ya que para avanzar una distancia mínima, equivalente a la sombra de un átomo en un día nublado, debe inmolarse en este microscópico paso.
Con suerte, podrá volver a reconstruirse, juntando afanosamente sus propios escombros.
Agregando con fortuna uno ó dos nuevos cascotes.
Y todo esto, solo para volver a saltar…
¿Boluda?...
¿Torturada?...
¿Loca?...
¿Ciega?...
Tal vez.
Pero no son éstos los motivos que la impulsan.
Es su naturaleza.
LA VERDAD, aunque adulada como absoluta, se sabe falsa.
Sufre.
Sabe que para aprender, debe arrojase en llamas a un mar de combustible.
Quizás por eso sea tan respetable.

NOTA: Reemplazar “LA VERDAD”, por el nombre del interesado y volver a leer.
Si te quema el pecho y vivís juntando escombros, esto es para vos.

EL ENIGMA DE BETO.

El enigma de Beto, que triste recuerdo.
Partió desde Olivos, buscando un ser mejor, y sucedió en España, madre del dolor.
Su cerebro inquieto, allí se movió.
Y ya sin cristal, en la ventana de su alma, extrañando el contacto, pronto se cegó.
Quiero saber que le ocurrió.
Que alguien me diga porqué se colgó.
Nunca se deja un amigo perdido, necesito que bajes y hables conmigo.
Con un Beto en el espacio es divertido, con los dos, acá se siente frío.
¿Mosca de España ó ácido de holanda?
¿Haschís Marroquí u opio Libanés?
¿Cannabis Paraguaya ó coca incaica?
Nadie lo sabe y los astros disimulan.
Y el Dios al que buscaba, juega al distraído.
¿Desentona mucho un colgado en el Edén?
Yo me pregunto, ¿A quién hace daño?
Buscando y buscando entender la mano, que no le interesa al que vive olvidando.
Primero que es niño, más tarde, hasta que es humano.
Esta historia sigue y la dejo picando, volvió muy colgado y su pasaporte, en la India sellado. Misterio que sigue, misterio que empieza, eterno misterio que siempre nos apresa.
Misterio en India, misterio tu cabeza.
Misterio el grito mudo de tu alma.
De misterio se alimentan quienes te rodean.
Y así, es como comienzan las leyendas.
Para Beto. Daniel.
Sin fecha. 2004, 2005?

EL NUEVO ENIGMA DE BETO.

Y algún día dijeron ¡basta!
Tus seres queridos, hartos ya de tu escaso contacto, de tu permanente auto reclusión, de tratamientos fallidos y con una increíble congoja estrujándoles el alma, decidieron forzar al inevitable destino.
Sus rostros cincelados con la fragancia de la buena gente, pero desencajados por una desgarradora tristeza, como solo puede provocar la falta absoluta de certezas, acusaban el espanto.
Con llagas en el aliento, te entregaron a esa gente, arrieros de almas perdidas en los torbellinos de la vida, ayudando a buscar el redil que las contenga.
Y tus huesos al corral llegaron.
Cierto tiempo, tus pastores te estudiaron.
¿Qué habrás sentido?...
¿Abandono?
¿Terror?
¿Angustia?
¿Nada?
¿Todo junto tal vez?
Quien sabe…
Meses de prueba y error.
Buscando la alquimia que estabilice la delicada química del cerebro.
Ese pequeño reactor nuclear, mágico y maravilloso, cuando funciona dentro de seguros parámetros, más altamente destructivo cuando se derrama sin barreras, a través de las rejas que lo contienen.
Estallidos con víctimas, el usuario y su entorno…
Casi sin que te des cuenta, y como si te hubiese sorprendido, se produjo el milagro, que te trajo de vuelta del reino del olvido.
Sorprendidos todos, hasta los vecinos.
Increíble para los durmientes, milagro para los creyentes.
Intrigante para mí, tu amigo consecuente.
¿Dónde has estado?...
¿Cuál fue el pasaje que te depositó ahí?
Veinte años es mucho tiempo…
Aún para mí.
Como un enorme timbal, una gran pregunta sigue resonando en mí…
¿Qué has traído de allí?
La pregunta me atraganta.
Con tu recuperación al mundo aún fresca, de Olivos debí partir.
Este verano luego de cuatro años, pasaste a verme, horas con sabor a minutos.
¿Podes aún verme o solo me mirás?
Como la mayoría…
¿Seguís buscando ó te has detenido?
Como la mayoría…
¿Sos vos, o actuás el personaje que todos desean?
Como la mayoría…
Como sea, no tengo aún el coraje de preguntarte, seguiré atragantado…
Quiero…
Pero puede más ver a tus padres…
Necesitarían una cara mucho más grande para albergar tanta alegría…
Por esta vez, cede mi curiosidad, a favor de tanta armonía.
Agridulce es el sabor que me deja tu visita.
Feliz de tenerte de regreso, más triste porque siento que podríamos hablar del clima todos los días.
Como con la mayoría…
Parece que cuando alguien regresa, su propia leyenda se apaga a la vida…
Y esto Beto es para mí, un nuevo enigma.

Daniel. 1/4/2008. 1 y 47 Hs.

MIRANDO UNA GOTA DE LLUVIA SUSPENDIDA EN EL AIRE.
Haciendo el amor.
Abrigados por un telón de lluvia, que lava las culpas y convierte en murmullos los gritos, los gritos de angustia.
Somos dichosos en esta armadura, entre el mundo y nosotros, se encuentra la lluvia.
Nueve meses pasamos en agua bendita, fuente divina, creadora de vida.
Manto de niebla, cálida y mullida, que nutre con creces nuestra sed de existencia.
Y cuando rompes en lluvia, sabia y serena, nada te asusta en esa partida, sabes de sobra que es la diana que anuncia, la nueva llegada de las almas perdidas.
Desde el fondo de los tiempos, como una letanía se escuchan tus chasquidos, que infunden valentía, para ver en esos ojos, inundados de placer y a punto de romper en lluvia, la verdad de los tres reinos, que los ángeles conocían...
El sexo regado con lluvia no es pecado, es amor.
Aunque florezca y se marchite ese mismo día…
Efímero como el amor…
Efímero como la vida…
Efímero como el suspiro que nos alivia.
Daniel. 15/03/01.
9 y 30, mañana y yo sin dormir. Llueve.

FUTURO QUE ME HICISTE MAL Y SIN EMBARGO TE BUSCO.

Vamos corriendo detrás del futuro veneno dañino que oxida el alma, como el agua salobre al hierro en el mar.
Futuro increado e incierto, tierra de mitos que están al llegar.
Por ahora no existe, pero crece fecundo, como el padre y la madre de las penas en cuotas, que fabricamos con nada, para poderlas comprar.
Abuelo y abuela de todos mis miedos.
Susurra mi mente a mi cuerpo que oye…
y ¿ahora querido?...
¿Que nos ha de tocar?
Cuidado con esto, no intentes aquello…
Culpas lejanas, que hasta parecen ajenas.
Disparan saetas a un alma que llora.
Y gritando en un pavoroso vacío, allí, donde nadie ha de escuchar.
Futuro taimado, cruel titiritero…
Curioso misterio, el de este poderoso caballero.
Maneja destinos, sin haber aún existido.
Y el alma patea, con fuerza en el pecho, batallas aisladas, donde una heroica puntada, defiende, como un padre a sus crías, los jirones del alma.
Son mojones eternos que siempre se ocupan, más nunca preocupan, y ofician de faro para aquel que navega por costas tortuosas.
Luces claras, casi transparentes, prenden y apagan, vacilan, a veces desvanecen, pero escriben seguras su claro mensaje: Cruzaste la tierra de tu duro pasado, cargado de trampas que nos han legado.
Pero ese engañoso futuro al cual te diriges, mar de dudas de superficie uniforme, con plácidas olas planchadas, cegadas a fuerza de balsámico aceite, de sueños dorados, mullidos, pero que aún no existen.
¡Párate aquí!... El faro nos dice.
Mi ser lo escucha y mi pobre cuerpo retuerce, y en ese momento… mi alma se va…
Se va a buscar los culpables de tal barbaridad.
Y siento una voz…
Una voz que recuerdo de niño, susurro potente, que irradia certezas.
Dulces y plenas, como el canto de las sirenas.
Ecos de la eternidad en que se halla inmersa.
Ya no importa mi cuerpo…
Ni siento dolor, y traduzco cantando el mensaje del faro, mar de futuro, prometedor e inmenso, mar de respuestas y de dulces vientos, que muta en instantes, en un abismo negro, profundo. Profundo y violento, como yo, como vos, como todos.
Es hora que sepas, querido marinero, que solo pueden conquistarlo, tal como a ellos mismos, aquellos que caminen dignos y despiertos, contra tempestades y tormentos.
Serenos…
Juntando caracoles, fósiles de los bellos momentos, a través de la playa de la vida.
Costanera infinita…
Que algunos sabios llaman…
Este Momento.
Hermano dilecto del presente.
Lo único digno de seguir viviendo. Daniel. 09 04 02

A IMAGEN Y SEMEJANZA.
Dios es una parte de mi parte y es el todo de todas las partes.
Por lo tanto, mi parte es el todo…
Y el todo es ninguna parte.
No hay partes independientes en un todo.
Por ende, si Dios existe, es todas las partes.
La independencia de una sola de las partes, invalida el todo como tal…
La independencia del todo, está implícita en si mismo, y el todo, no invalida la parte.
Por lo tanto, mi parte, por pequeña que sea, es TODO, y tan válida como él.
¡Que fortuna! , soy Dios, y a nadie debo rendir cuentas…

A IMAGEN Y SEMEJANZA FASE DOS Ó MÁS DE LO MISMO.

Dios, o como se llame, por definición implica todo.
La más ínfima de las moléculas, contiene, en la infinitud de su pequeñez, a Dios.
¿Cómo, de qué manera, puede una micro partícula, contener e igualar al todo?
Muy sencillo.
Es imprescindible y constitutiva de la totalidad.
Sin ella, el todo sería ficticio.
Le faltaría la partícula que lo realiza.
En el absoluto, la matemática no funciona.
La física es traicionada.
La parte pierde sentido.
Y el tiempo, el implacable y controlador tiempo, es vapuleado como el más tonto de los juguetes. Desaparece en los dominios de lo absoluto.
Ni aún la nada, puede quedar fuera…
En los dominios de la totalidad, democráticamente, todo y nada, son la misma cosa.
¿Qué es Dios entonces?
¿El todo ó la nada?
Tal vez sea vibración…
Todo en el universo conocido, y sospecho, que debe ser semejante en los infinitos universos desconocidos, es vibración…
Pura, infinita e inagotable vibración.
Números, que de tan inconcebibles, ni siquiera deben existir, determinan, que cada cosa, conocida ó no, creada ó increada, física o imaginaria, ocupe su lugar en el universo y no otro… De acuerdo a su específica vibración.
Y cada partícula diferencial, que varíe esa frecuencia, cambia su estado, lo altera. Permanentemente.
Mejor aún perpetuamente…
¿Somos capaces de verlo?…
¿Para qué vivimos, nos movemos, creemos aprender, sufrimos y morimos, si en verdad somos el todo?
Tal vez, sólo quizás, sea porque si el todo no vibrara, El no podría manifestarse, no dejaría registro.
Sería indetectable, no sólo para nosotros, sino, para si mismo…
Y por lo tanto, no sería.
¿Cómo podría cada parte vibrar, si el todo no lo hace?
Se infiere, por lo ende, que tanto nosotros, como toda existencia, de cualquier índole, somos moléculas vibrando, cada una en su frecuencia.
Cada una de esas frecuencias, determina un evento particular, entre los infinitos y simultáneos eventos posibles.
Sólo por eso creemos vivir, crear, evolucionar, etc.
Solo para y por el placer de ser, de manifestarnos.
Porque vibramos con el todo.
Porque somos eternos.
Porque no tenemos necesidad de hacerlo.
Porque somos increados.
Porque ni siquiera podemos reconocernos como ciertos…
Relájate y disfrutá.

Daniel. Un Sábado de agosto de 2002. Seguramente de madrugada…


PERDÓN... ME PREGUNTO... PERDÓN... PERO ME RESPONDO...
¿Cesa el efecto físico, si cesa el objeto que lo provoca?
Depende.
Depende de la distancia a la que se encuentra el observador y el tiempo que utilice en observarlo.
Si se apaga una estrella, ¿cuánto tardo en enterarme?
Depende.
Depende de la distancia a la que se encuentra el observador y al tiempo que utilice en observarlo.
Supongamos que la estrella, o alguien que imaginariamente, allí viviera, generaran una imagen en el momento de su muerte.
Y viajaran luego a una velocidad mayor, que la de la luz que emite esa imagen, podría, al llegar a algún destino verse morir.
O bien iluminarse a sí misma sin siquiera existir…
Entonces viajaría al futuro, puesto que llegaría antes que su propia luz.
¿Lo percibiría como su propia muerte ó como el nuevo nacimiento de otro evento?
¿Podrían reconocerse ó se pensarían como nuevos?
¿Pasará, de alguna forma algo así con nosotros?
Al generarse un evento, se crea una imagen del mismo.
Esta imagen sale despedida, instantáneamente a la velocidad de la luz.
Si alguien ubicado, por ejemplo a un millón de años luz, descubriera ese evento, vería el remoto pasado, aún cuando lo perciba como el más fresco presente.
Si pudiera nadar en esa corriente de luz, a una velocidad levemente inferior, no podría enterarme si ese evento aún sigue existiendo.
Escaparía de mí.
Se daría una paradoja, que la imagen de mi pasado viajaría más rápido y podría esperarme en el futuro.
Sólo iría viendo las consecuencias que ese evento, va dejando en el pasado.
Si pudiera nadar más rápido, e igualar la velocidad de emisión, ¿qué pasaría?
¿Lo viviría como un eterno ahora?
¿Cómo un permanente nacimiento?...
Nada por detrás, nada por delante.
Estaría perpetuamente en la génesis misma del instante.
Si pudiera acelerar aún más y observara hacia atrás…
¿Comprendería entonces que el evento nunca dejó de existir?
Sólo se propaga a la velocidad de la luz de su propia imagen.
Ahora la pregunta es en qué dirección.
¿Infinitas direcciones?
¿Ó sólo en la dirección de infinitos observadores?
¿Hace el observador al evento?
Yo creo que sí.
Cuando suponemos que viajamos en un vehiculo, por ejemplo, a cien kilómetros por hora. ¿Deberíamos sumar a esa velocidad, la de la rotación terrestre, la de traslación, ó incluso la velocidad que desarrolla la galaxia entera en su periplo por el universo?
¿La del universo mismo también?
¿Las que desconocemos incluso?
¿Cuál sería entonces nuestra velocidad real?
Seguramente tan astronómica, que nos provocaría un vértigo de pasmo.
El punto al que deseo llegar es el siguiente: Tendremos una velocidad de base similar a la de la luz, y que al ser natural no percibimos y todas nuestras mensuras solo detectan los incrementos de esa velocidad basal...
¿Será ésta velocidad indetectable, la que genera la ilusión de que las cosas transcurren en infinita sucesión y no en simultáneo en un permanente ahora?
¿Será esa falla en la percepción la que nos priva del disfrute de nuestra eternidad?
Tirá por favor ese ridículo almanaque…
El dejar de ser, ¿no será solo un cambio de percepción?
Bastaría un pequeño salto en el tiempo para dejar de ser percibidos.
Quizás, por una cuestión de sutileza, ese salto sólo pueda ejercerlo el espíritu, dejando abandonado al cuerpo, demasiado denso como para acompañarlo en semejante viaje.
¿Será eso, lo que nominamos muerte?
¿Dónde queda el futuro?
¿En el más remoto pasado?
Si supero bastante la velocidad de la luz que emitió el universo en el instante de ser creado, ¿qué vería?
¿Habría algo para ver?
¿O habría llegado temprano?
¿Será entonces que superada la velocidad de la luz, viajaría al más remoto pasado?
La otra pregunta sería...
¿A velocidades ligeramente inferiores a la de la luz, viajaría al pasado?
¿Paradoja?
¿Es esto lo que actualmente hacemos?
¿Existe el futuro?
¿Será por esto que todo es cíclico?
¿Volver al pasado, es la manera que tiene el universo para convencernos de su expansión y posterior reducción hasta desaparecer?
¿No es una enorme paradoja, que cuanto más rápido me muevo, persiguiendo la velocidad de la luz, soy iluminado por una luz más antigua?
Al igualarla, me estaría iluminando con la más arcaica, la primera.
¿Y luego, qué?
¿Por qué es tan importante la velocidad de la luz?
¿Por qué deberíamos tomarla como parámetro absoluto, si solo es una de tantas formas de vibración?
Alguien se equivoca.
Intuyo.
Sospecho.
Sigo preguntando...
Y cuando me contesto...
Tiro todo a la mierda y me vuelvo a preguntar.
¿Por qué?
¿Cómo?
Y ¿Para qué?
¿Cuándo?...
NO, cuando no tiene sentido, no me interesa.
Daniel.
Bocetado el 1/2/2000.Desarrollado, siguiendo la idea base el 1/5/2008.

BOLUDECES VARIAS.

No hago lo que pienso, porque pienso lo que hago.

Cuantas cosas atropello por día, que mis sentidos no registran.

¡Che, cabeza!… hagamos un trato.
Callate a la noche, y boludeá todo el día.

No estoy quieto, estoy esperando que el tiempo se canse.

Cuando era chico, volaba.
Ahora, de grande caigo en picada.
Cuando era chico, quería ser grande,
para mostrarles como se hacía.
Ahora, que soy grande, ni me acuerdo lo que quería.
Cuando era chico, tenía miedo, cuando estaba solo…
Ahora de grande, tengo miedo, cuando no estoy solo…
Cuando era chico, pensaba y sentía…
Ahora de grande, pienso que siento…
¡Que porquería!

No les parece, que hay muchos ladrones laburando de artistas, y muchos artistas, laburando de ladrones…

Si me callo la boca, ¿alguien me escucha?...
Hey…, vos… ¡si, vos!
El que pensó que sí…
¿Querés ser mi amigo?...

Si no hubiese otra vida, ¿Qué sentido tendría, entrar por el culo de la misma?...
Nacemos indefensos e ignorantes, y morimos con armaduras, y conscientes, de que estamos yéndonos a la mierda.
Si otra vida no hubiese, tal vez, debería ser al revés.
Naceríamos fuertes y con experiencia, y partiríamos ignorantes e indefensos.
Total…
Nada necesitaríamos.
¿El huevo o la gallina?...
¡La pregunta!
Sin ella, no habría dilema.

Jamás queremos abandonar la mochila…
Más a veces, la vida, te la quita a cachetadas.
Cuando se alivie el dolor del castigo, y se te enderece la espalda, agradecele a la vida, y por las dudas, pegate dos ó tres cachetadas más, por si aún seguís dormido…

Así como el violín, toma el color de quien lo ejecuta.
Así como las pinturas, toman el color de quien las mira.
Así como un ser, toma el color de su alma.
¿Lograríamos, juntando todas esas almas, ese maravilloso color todavía increado?
Tal vez, ese color, en caso de existir, sería el color de Dios.

Le pregunté al sordo, donde estaba la salida.
El mudo, me contestó, que el ciego me habría de guiar.
Gracias a Dios…
Que sea ciego, me salvó del oprobio.
Porque yo, como un boludo, olvidé la silla de ruedas…
¿Saldremos algún día, de este enorme pantano al que, los aptos, se empeñan en llamar vida?
Si el creador, quisiera un mundo de individuos narcisistas, tendríamos en los ojos, algún apéndice, que nos permita mirar en nuestra propia dirección.
Esto no ocurre y es extensivo a todas las especies.
Por lo tanto debo inferir, que tal vez, su deseo sea, que aprendamos a reconocernos en los demás.
Mirando dentro de sus ojos.
Descubriendo en su interior, horrores y alegrías, lealtades e hipocresías, defectos y virtudes...
Las mismas cosas que en nosotros no hallamos.
Precisamente, por tener los ojos muy mal ubicados...

¿Por qué…? - ¡Por qué…!
¿Para qué…? - ¡Para qué…!
¿En donde…? - ¡En donde…!
¿Adonde…? - ¡Adonde…!
El misterio, son los…
La vida, la distancia entre dos signos. ¿? y ¡!.

DIÄLOGOS.

¡Hola!...
¡Hola!...
¿Quién está afuera mío?
Perdón...
¿Alguien está usando mi cuerpo?...
¡Acá mando yo! (El espíritu)
¿Cómo?
¡No escucho! (La cabeza)
¡Se dejan de joder!
¡Vivo a los saltos! (El cuerpo)
¡BANG!
¡Boludo me disparaste (La cabeza al cuerpo)
¡Chau! Yo los abandono.
¡No aprenden más!
¡A ver como se arreglan ahora! (El espíritu)
¡Pobre!...
¿Qué se le habrá cruzado por la cabeza?
Tan buen tipo...
De haberlo sabido... (Los deudos y amigos)
Seguro que en algo andaba… (Los vecinos)
¡Porqué no se irán a la mierda!… (El occiso)

El día que el que está adentro y el que está afuera, se muevan juntos, ese día…, ese día voy a ser un fenómeno…
Te lo juro por ese unicornio…

Mi amor por ti, es inversamente proporcional a las ganas que tengas de hincharme las pelotas. Célebre frase, que legué al mundo hace muchos años en una reunión de amigos.

Boludeces viejas, recopiladas en septiembre de 2001

INCOMUNICADO.

Estoy desenchufado… No puedo sentir.
Necesito un abrazo para poder revivir.
Miles a mi lado pasan sin oír el alarido del alma que no quiere partir.
Mi cuerpo es una momia, un tótem, un mohair.
Se arrastra entre ciegos, cansado de fingir.
Como expresar, pintar ó esculpir, el aburrimiento asesino que se filtra en mí.
¿De que hablo cuando hablo?
¿Quién lo puede discernir?
Pensar, charlar, aprender, soplo fresco para resurgir.
Aunque intenten entender, es como parir…
Reconozco lo que sale, más no sé donde ha de ir…
Como hijos del alma, algo quitan, algo dan.
Pensares que germinan, para, ajenos, verlos partir.

Daniel. Escrito viejo e incompleto, terminado el 1/5/2008.

.
ADIÓS.GRACIAS POR TODO.

HASTA LA PRÓXIMA.

DANIEL GUSTAVO RODRÍGUEZ
2008


Cuando uno tiene cierta edad, piensa más y entiende menos, aún así, desde mi ser profundo, siento un rastro de certeza, y me lleva a intuir, que la muerte es una amiga que hace rato que me busca.
Desde joven.
Quién sabe porqué, cada vez que nos cruzamos, evitamos la colisión.
Causalidad, milagro, suerte ó destino…
Para el caso es lo mismo.
Lo realmente interesante de esto, es que uno percibe que algo cambió, empieza a sentir la vida como un regalo, ó mejor aún, una conquista.
Y como tal la tomo.
Soy monarca absoluto.
Mi reino tiene un vasto territorio donde vivo y me muevo a diario, donde se desarrollan todas mis relaciones, búsquedas, experiencias, etcétera… Y poseo, además un castillo inexpugnable, donde por lo general vivo.
Ese es el lugar donde pienso, el lugar donde Soy.
Saberse vivo, obliga a pensar, casi como un deber.
Necesito estar despierto, quizá para no soportar la desdicha de morir en vida.
Mi cabeza y mi alma se convierten entonces en el perfecto caldero de un alquimista, donde todo, pero absolutamente todo es sometido a prueba.
Para ser sincero debo aclarar que no creo en los absolutos, por lo tanto no hay nada que quiera encontrar. Mi pasión es buscar.
Soy algo así como un ciruja cósmico, voy por la vida juntando desechos, que pecaron de absolutos; de ciencias, teorías, religiones, amores, filosofías y tantísimas cosas más, que sirven de alimento a mi caldero.
Siento la necesidad de desmenuzarlo todo, convertirlo en moléculas y fundirlo, tratando de conseguir una aleación original, que por supuesto de lograrlo, iría a parar nuevamente al crisol, para volver a transmutarse.
Lo intuyo, como mi personal búsqueda de la piedra filosofal.
A veces creo haberla hallado, y pienso: si tal piedra existe seguro es la búsqueda, no la conclusión, pues el camino no tiene final.
Soy prisionero de mis limitados sentidos.
Ni siquiera puedo discernir con absoluta certeza si lo que siento es real.
Es tanto lo que desconozco, que si sumo el saber de todo el universo conocido, aún así me parece desolador en su pobreza.
Ni siquiera incluye lo que imaginamos, riquísimo reino, golosina del alma y del intelecto.
Mucho menos aún lo que desconocemos, ó mejor dicho lo que ni siquiera podemos imaginar.
¿Cuánto es lo que ni siquiera podemos imaginar?
¿Será infinito?
O solo existe lo que podemos imaginar.
Por favor… ¿se entiende?
Un bellísimo e insondable océano de ignorancia donde sumergirnos.
¿Cómo dormir entonces?
Como amar (u odiar) lo que desconocemos.
Y por lo general tenemos infinitas opiniones sobre ello.
Infinitos hilos invisibles y algunos harto evidentes, me llevaron a ser el que soy.
Quizás.
Arrebatarle a la muerte algunos retazos de vida, no me convirtió en un hombre exitoso, al contrario, distorsionó mi escala de valores, y opacó tanto esas gemas llamadas talento, que ya sin brillo se convirtieron en piedras a llevar en el morral.
Como contraparte me permitió tener siete hijos, auténtico testimonio de vida y depositarios de mis sueños.
También tuve nietos, familia, amores… ó eso creo, amigos, ideas, dolores y emoción.
E impotencia…
Impotencia frente a la prepotencia de la vida.
Parece que estuviera diseñada para la resignación y la mansedumbre.
Yo por mi parte pago el precio del duelo.
Cuando abro en mi cabeza el álbum de fotos, falso remedo de aquellos momentos vividos, e intento colocar los mojones que formaron mi particular camino, noto que ha pesar de ser enormes, algunos de ellos, no son demasiado relevantes a la hora de definir mi personalidad.
No los de mi adultez, excepto un puñado de ellos, mis hijos, alguna dolencia, algún accidente, pequeños y grandes momentos, charlas eternas con amigos y pocos más, elegidos entre millares.
Sin embargo en las fotos más ajadas, encuentro el bosquejo de quien hoy soy.
Tengo un enorme respeto por la infancia, cuna de sabiduría, paraíso de la intuición, de las cosas simples y profundas y hogar del asombro permanente.
Hablo, por supuesto del mundo interior...
Del entorno…
Quien sabe…
Difícilmente se encuentre en un adulto algo que no estuviese en ese primer bosquejo.
De ahí su importancia, al menos para mí.
Gratos recuerdos de mi escuela primaria, buenas maestras, compañeros y amigos.
Muchas fotos importantes, muy importantes, son de éste período, aunque hay una descollante.
Como era usual, un día debimos aprender de memoria una poesía.
Y decía:
Sueña el rico en su riqueza que más cuidados le ofrece sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza.
Sueña el que a medrar empieza sueña el que afana y pretende y en el mundo en conclusión todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado y soñé que en otro estado más lisonjero me vi.
Que es la vida, un frenesí, una ciencia, una ilusión, que el mayor bien es pequeño, toda la vida es un sueño y los sueños, sueños son.
Que me perdone Calderón si no es exactamente así, pero es como aún la recuerdo.
¿Por qué está dentro de las fotos selectas?...
¿En serio lo preguntas?
Me parece increíble, recuerdo la impresión que me causó.
Me hizo sentir…
No sé…
Sólo sé que vibrábamos en la misma nota, estábamos en armonía. Es un pasaje una obra de Calderón de la Barca.
La vida es un sueño, que por otra parte nunca leí.
No lo siento como una deuda pendiente, simplemente ahí estuvo la magia, así funcionó.
Tenía diez años y la intuí.
Nunca la olvidé.
Cada vez que la recuerdo, la entiendo más.
¡Que síntesis!
Sus preocupaciones, magnificadas, son también las mías.
Encuentro además fotos de peleas, muchas, algunas ideológicas, generalmente contra el colegio y las más, físicas, siempre en plan de paladín de la justicia.
Desde mí limitada perspectiva, por supuesto...
Igualmente las rescato, por pintorescas, rayanas en el absurdo, pero cargadas de una nobleza que hoy me cuesta encontrar.
Recuerdos que anteceden a éstos, están referidos a mi familia en general, y a mis padres y abuelos en particular.
La palabra es dignidad.
Dignidad con mayúsculas.
Este legado siempre me acompaña, aderezado con ejemplos, de los que todos, coincidiríamos en calificar como de buena gente.
El odio a la trampa lo considero innato, pero también es herencia.
No hablo de cualquier trampa, entendida la trampa como ingenio, no, no es eso a lo que me refiero.
Hablo de la trampa como atajo, para sacar una hipotética ventaja, esa trampa que parece para otro, pero la víctima primera es uno mismo.
Me rectifico más que odio, es tirria lo que le tengo.
No tiene sentido hacer trampa jugando al solitario.
No tiene sentido fingir que estudiamos.
No tiene sentido simular que sabemos.
No tiene sentido hacerse el boludo.
Por lo tanto… no seamos hipócritas.
La vida, ES... Con batallas ganadas y perdidas.
Quienes destacan las ganadas, y ocultan las perdidas, solo tienen media vida.
Para conocer las flaquezas de una persona, muchas veces solo basta con mirar el resplandor de sus mayores virtudes.
Nadie trata de agregarle brillo a un diamante perfectamente tallado, sin embargo, la mayoría de nosotros dedicaría vidas a pulir un vidrio, para que luzca como un diamante.
¿Qué quiero decir con esto?
Pasamos tanto tiempo de nuestras vidas, puliendo nuestras flaquezas, para ocultarlas del escrutinio ajeno, que lo mejor de nosotros se va diluyendo en el camino.
O sea, el talento, que al ser tan natural, innato, permanece casi oculto a la vista del poseedor.
Y pasa a ser moneda de pago de las baratijas con que ornamentamos nuestra personalidad.
Dios, como podría ser auténtico… Si llevo una vida tratando de conocerme y todavía no lo logro. Sin embargo, escucho mucha gente hablar de mi vida, casi como si les perteneciera.
Parece que cada uno tiene un retazo y lo sazona con sus propios condimentos.
Me “conocen”, opinan, aconsejan…
¡Basta!, por favor…
Si aún, siendo el autor, no puedo reconocer mi vida real, de las que imagino ó fantaseo.
Solo la distingo por las cicatrices.
Pero quiero contar algo de lo que soy, y sobre todo de donde vengo.
Cierro los ojos, corro el telón de los recuerdos, y retrocedo…
Retrocedo más en el tiempo, y al voltear las páginas del álbum encuentro otras fotos curiosas. Son varias y pese a estar bastante ajadas, destacan por su nitidez, por su fuerza.
Tienen una conexión directa con mi primera infancia, con mi casa, ese lugar encantado, donde las fotos, por un extraño sortilegio, cobran vida.
Dejan de ser solo imágenes y exhalan olores, sabores, texturas y sonidos, ecos de un pasado repleto de fantasmas, de los lindos.
Trataré de hilvanarlas en un relato.
Me dejo ir y floto...
Paseo como un ánima por ese lugar.
Lindo barrio, soñado para mí.
Olor a Olivos.
Casas bajas, asfalto que no es asfalto, sino hormigón, gris claro, como joven aún.
Los rectángulos divididos por una brea de un negro profundo, y percibo ese olor a brea.
Cuantos juegos en esas calles.
Paso suspendido por sobre los paraísos de la vereda de enfrente, generosos donantes de ramas y venenitos.
Noble materia prima de tantos juguetes.
Arcos, flechas, chozas y gomeras, con sus proyectiles.
Los dejo, miro la vereda y sus baldosas, vainilladas y amarillas, amarillas y vainilladas, como debe ser.
Sus sonidos más destacados, entre otros son: el taconeo de las mujeres al pasar y el metralleo del carrito de rulemanes a la hora de la siesta.
Estaba por levantar la vista cuando lo vi.
Sobre la calle, un nombre, mejor dicho un sobrenombre, DORO, así en mayúsculas.
El nombre de mi tío materno y padrino, Teodoro, que se fue de la vida cuando yo tenía tres años, justo tres meses antes que mi abuelo, su padre, Valentín. Valentín, también dejó su testimonio, pero en el cemento de la vereda.
Solo sus iniciales, V.P, y una fecha, 09-57.
Ellos habían construido la casa.
Y ahora sí, inhalo, me impregno de olores y miro…
Abajo, un portón de garaje, lo menciono primero, porque lo usábamos como entrada principal, y además, junto al patio, el fondo y el galpón, constituían el eje de mi vida en la casa.
La verdadera puerta de entrada, me resultaba insignificante, casi como de utilería.
Solo resultaban interesantes, las raras ocasiones en que estaba abierta.
El frente era, cuanto menos raro, estaba la planta baja totalmente revestida en ladrillos refractarios.
Para mí era totalmente natural, al menos hasta que me aventuré a recorrer el mundo.
Amen de la ventana, el frente tenía otra entrada, pero de esa hablaré más tarde.
Ya dentro, veo infinidad de imágenes en frenética sucesión, mezcladas, diferentes momentos, diferentes edades.
Veo a mi abuelo Valentín, saliendo al patio preocupado al oír ruido a vidrios chocando, y cambiar el gesto serio por una sonrisa pícara al descubrirme arrancando las etiquetas de sus botellas.
Veo también su chatita Ford A, y me trae a la memoria un viaje al puerto, alguna despedida, algún paisano…
Veo con una mezcla de alegría y de congoja MI bicicleta, que había heredado de mi madre, que la heredó de mi abuelo, que a su vez había comprado de segunda mano.
Divina, aunque fuera de mujer, aunque fuera rodado veintiséis, enorme para mí en ese momento. Negra, distinguida, filetes dorados, frenos a varilla, asiento de cuero grabado con resortes y una espectacular insignia azul, plateada y dorada, en bajorrelieve y esmaltada con la inscripción SAVOIA en el manubrio.
Siempre, y aunque ya no exista será MI bicicleta, no importa cuantas haya tenido.
La congoja me viene de haberla destruido.
Creo que omití contar que la delicadeza no es lo mío.
Algunos dirían que soy algo atropellado, lo cierto es que los golpes y la destrucción me siguen desde pequeño como un vaho pestilente del que no puedo deshacerme por más que me sacuda.
Otra instantánea está referida a éste tema.
Cierto día llega mi tía Elisa, en realidad, casi siempre estaba llegando, ella, y mi prima Mónica, prácticamente vivían con nosotros desde la muerte de Doro.
El caso es que en una de esas llegadas, me trajo un regalo, un ansiado objeto del deseo, de todo varoncito, por aquella época.
Su publicidad en la rudimentaria televisión en blanco y negro y tricanal de esos tiempos, era contundente en su precariedad...
DURAVIT, el juguete totalmente indestructible, ése era el eslogan, mientras el camioncito en cuestión recibía algunos maltratos.
Con esa imagen y ese latiguillo impregnados en mi cabeza, recibí el regalo. Ansioso e intuyendo su forma, rompí el papel que lo envolvía.
Me encontré con un hermoso camioncito Duravit, rojo, casi bordó, impecable.
Agradecí y salí de la cocina tan pronto como pude.
Dejé el camioncito en el patio de baldosas rojas con bordes blancos, debajo de la parra y fui corriendo al galpón.
Al volver me arrodillé junto a mi flamante camioncito y… Lo destruí a mazazos, hasta ver sus entrañas de pasta negra desparramadas alrededor de la rejilla.
Lo disfruté.
Increíblemente lo disfruté y así lo sigo recordando.
Los adultos involucrados, al parecer no lo sintieron así.
Reconozco que fue algo extremo, pero tenía un propósito, mejor dicho, dos.
Uno era probar que la premisa televisiva no era cierta, y el segundo demostrar que si nadie podía romperlo, yo sí.
Hoy podría explicar que en ese momento destruí mi primer dogma, pero en esa ocasión, sentí lo mismo, aún sin saberlo.
Esta imagen es básica en la formación de lo que soy.
Si nadie desoye las reglas, si todos seguimos haciendo lo que otros han hecho, si todos pensamos lo que otros pensaron, yo me pregunto…
¿Para qué mierda estamos?
Seguiríamos trepados a los árboles, sacando insectos de la corteza para comer.
Alguno se hartó y bajó del árbol.
Yo también.
Y ahora sí, la puerta secreta, el acceso a otro mundo, los inquilinos…
Esta es otra de las marcas indelebles que señalaron el rumbo de mi vida.
Al nacer, mi primer morada fue la planta alta de nuestra casa, un departamento de dos habitaciones, baño, cocina, living comedor, una terracita al fondo y un pequeño balcón a la calle en una de las habitaciones.
Sencillo, pero cálido.
Allí transcurrieron mis primeros dos años, sin barreras con la casa de abajo, ya que tenía una puerta extra que desembocaba al garaje.
A partir de la muerte de mi tío Doro primero y luego de mi abuelo Valentín, decidieron mudarse a la casa de abajo, con mi abuela Judith, otro baluarte en mi formación.
Expeditiva como pocos he visto, sincera, casi sin filtros, por lo general se equivocaba poco y tenía erradicado de su A.D.N el gen de la diplomacia.
Pero cuanta nobleza.
También de mi padre aprendí muchas cosas, sobre todo sobre honestidad, mis primeros pasos en la mecánica y por supuesto a pelear, si la causa lo amerita y es justa.
Insistió bastante con el tema del respeto, pero fracasó.
No soy muy “respetón”.
Respetar está emparentado con la obediencia, y me cae bastante indigesta.
Obviamente estaba mi madre, de quien tomé el amor por el estudio, por los libros, algo que también era innato en mí, pero ella fomentó con ganas.
Un par de anécdotas ilustrarán lo que digo.
En mi infancia, programas como los tres chiflados, venían subtitulados.
Quería saber que decían.
En los paseos ó viajes en colectivo, desesperaba por entender que decían esos carteles que inundaban calles y paredes, haciendo mis primeros intentos por descifrarlos, antes que el colectivo dejara la parada.
A los cuatro años debía entrar al jardín de infantes, las vacaciones previas fueron en Río Negro, más específicamente en la chacra de unos parientes en Villa Regina.
Cuatro eventos sucedieron esa temporada, a saber:
Vi más murciélagos juntos, que los que vería el resto de mi vida, sumados y multiplicados por diez.
Segundo, caí sentado sobre una parrilla candente, por esquivar un bicho volante que percibí como enorme.
Tercero, e importante, corriendo por una plantación, en el fondo de la chacra, se enganchó en una rama la cadenita de oro que llevaba, perdiéndose junto con la medalla que mi tío Doro me había regalado, creo que para mi bautismo.
Yo tenía cuatro años y haría un año y medio, dos a lo sumo que había fallecido.
Lloré mucho y la busqué mucho más.
Fue mi primera sensación fuerte de falla, como que se me escapaba algo que estaba a mi cuidado. Desgraciadamente, no sería la última.
El cuarto evento fue también bastante importante pero agradable.
Recibí como regalo de reyes un libro, envuelto en un papel, en el que predominaba el color naranja.
Al abrirlo me encontré cara a cara con el libro UPA, de Constancio C. Vigil, con sus vocales, consonantes, asociaciones de palabras, ilustraciones y lecturas.
Fueron aquellos días, días de siestas sin rezongos, ya que aprovechaba, y con mis rústicos conocimientos, lograba una combinación de saber, deducción, intuición, suerte y adivinanza que me iba poniendo en el camino de la lectura.
Muchos pensarían que fue mi primer libro, pero no…
Adoro ese libro UPA, que aún conservo, aunque permanece en constante disputa con mi madre por los derechos de tenencia y propiedad.
Para mí la cuestión está zanjada.
Es mío.
Y en este momento estoy tratando de enseñarles a leer con él, a mis dos hijas gemelas, Valentina y Zoe.
Sin embargo, solo fue un peldaño necesario para acceder a mi otro amor, mi otro libro.
El libro.
Ese que aún no poseía, pero sentía mío.
Infinidad de veces conté esta historia, mas nunca la escribí.
Pocos, realmente pocos de los que conocieron la historia oral, captaron el verdadero sentido, la verdadera importancia y el profundo impacto que ésta pequeña historia de un libro, tuvo en mi vida.
Definió gran parte de lo que soy y me acompaña hasta el presente.
Los más escucharon amablemente, pero no captaron la esencia del asunto.
Algunos otros escucharon como quien escucha un informe de dos horas sobre la dieta de las lombrices.
Generalmente los que captan la esencia, son los buscadores.
Aquellos que tratan de conocerse, que reconocen sus propios hitos constitucionales.
Los que escuchan atentamente, son por lo general aquellos interesados en progresar, siempre y cuando alguien les acerque la fórmula.
Se conocen poco, creen conocerse mucho y no desean pagar el precio de ver.
Los que realmente me apenan, son los que carecen de esencia, de carnadura.
Son como fantasmas de la vida, pasan por ella sin dejar casi huellas.
Creen que la vida se reduce a lo que ven.
Esta pequeña historia, tiene varios objetivos.
Uno de ellos es dar a conocer una ínfima parte de mi ser.
Otro consiste en destacar algunos pocos de los mojones que señalaron mi ruta, hacerles justicia, tanto como a las personas que jalonaron esos hitos.
Algunos ni siquiera lo saben, espero que se enteren.
La historia que tanto conté y hoy escribo, está concatenada con todo lo narrado con anterioridad, es casi fundacional en mi personalidad.
Y es aquí donde confluyen las historias precedentes.
Mis pensamientos adultos, mis descubrimientos escolares, mi primera infancia en casa, las vacaciones previas al ingreso al jardín de infantes, la pasión por tratar de leer, mis afectos, la amistad, mi libro UPA y lo demás.
Lo demás, en realidad, se refiere a las cosas que ya mencioné pero no detallé…
Esta historia trata sobre la relación de un niño curioso con un mundo, quizás sobredimensionado a la distancia, pero fabuloso en su momento y en sus consecuencias.
Este mundo se hallaba detrás de esas puertas, la de calle, y la mía, preferencial, ubicada en nuestro garaje y que conducía a ese nido vacío que había sido mi primer refugio.
Como es de suponer. al quedar vacío pasó a ayudar a la economía doméstica vía alquiler.
En la tómbola de la vida, en esa ocasión tuvimos surte.
Tres seres increíbles habitaron ese nido.
María Elena, señora viuda y de gran corazón y sus hijos Jorge y Freddy, quizás de los tres, el que al evocarlo, menos nítido recuerdo.
En cambio de María Elena guardo muchas imágenes.
Una importante vale como muestra.
Las familias fomentaron una amistad, y se frecuentaban.
Cierto día, con poco más de cuatro años, noté al entrar a la cocina, algo diferente, una sensación, esa intuición de niño, que da la falta de temores, a los errores, al ridículo.
Miré atentamente y lo que cautivo mi mirada fue una especie de sacón, a medio confeccionar.
Era grueso (siempre supe que era grueso, ya que lo vi durante años en casa, pero recién hoy tomo registro, que tal vez, ese haya sido el detalle que despertó mi atención, faltaba para el invierno). perdón por la digresión pero es importante para mí.
Volviendo al sacón (más tarde me enteraría que era un “salto de cama”, nombre que me causaba cierta gracia), era azul, tipo escocés y de una tela como pañolenci.
Pregunté que pasaba, estaban mamá, María Elena y mi nona Judith.
Me contaron que lo estaban preparando para cuando mamá se interne.
Un poco asustado pregunte ¿Por qué?
Fue así que me enteré de la llegada de Gerardo, mi único hermano, que, nació un veintitrés de Julio, frente al hipódromo de San Isidro.
Y hacía frío, bastante.
A propósito, sigo percibiendo a mi hermano como azul, calentito y escocés…y saltador de camas. Aún conservo ese salto de cama.
Otro detalle curioso, y por demás significativo…
Desde el día anterior, el veintidós de Julio de 1964, estos tres seres que alquilaban nuestro departamento, ya no estaban, se habían mudado.
Pero para ese entonces ya habían marcado mi destino, aunque, yo tardaría algunos años en notar hasta que punto.
Solo un par de años bastaron para crear una extraña ligazón con esta gente, sobre todo con uno de los hijos, Jorge…
No se con exactitud, la edad que tendría en ese momento... Pero no estaría muy errado, si dijera que alrededor de veintiocho.
Desconozco la impronta que esos dos años hayan dejado en su vida, aunque imagino lindos recuerdos, linda edad para lindos recuerdos…
En mi caso los recuerdos son muchos, agradables e importantes.
Teniendo en cuenta, que dos años era prácticamente la mitad de mi vida, tremenda magnitud…
Me resultaba muy placentero subir a visitarlos.
Oír los cuentos, que una y otra vez me contaba María Elena, santa mujer, que torturaba haciéndole repetir infinidad de veces los mismos relatos, que hasta yo sabía de memoria, tratando de descubrir cuando cambiaba algún párrafo.
El departamento era para mí como una extensión de mi patio de juegos y sus moradores, como una extensión de mi familia.
Cierto día, al regreso de una excursión familiar, recibí un extraño regalo, un corderito.
Por ésas rarezas de la vida, vengo a enterarme, cuatro décadas y media más tarde, que quien lo compró, fue el padre de uno de mis actuales consuegros, Juan Carlos, eterno diariero de Olivos. Por supuesto me conoce desde que nací, es padre de mi yerno y somos abuelos del mismo nieto. Volviendo al mencionado corderito, debía cuidarlo, alimentarlo.
Esto suponía amamantarlo con una mamadera, tarea que me producía una enorme alegría.
Alguien notó que era un momento distinto, y decidió inmortalizarlo con una cámara de súper ocho. Creo que fue Jorge, aunque no quisiera pecar de injusto si fue Freddy.
Gracias.
Estoy seguro de haber visto esa cinta, al menos una vez.
Para mí fue mágico.
Ojala aún exista y pueda volver a verla, con mis hijos y mis nietos.
Subir ésas escaleras era placentero para mí.
Recuerdo cada detalle.
Mi lugar preferido era el living.
Luego de subir los veintiún escalones, debía retomar en U, por un pasillo de ocho pasos de ésa época, hoy serían apenas cuatro, para desembocar en la arcada que daba al living.
Miraba hacia mi derecha y divisaba la chimenea, que me gustaba, en el centro, la ventana que daba a la calle y desde la cuál veía mis amados paraísos trepadores, de la vereda de enfrente.
Y sobre la pared de la izquierda, lo que tal vez, fuera mi lugar preferido de todo el departamento.
Dos puertas, dos simples puertas en la pared, pero escondían sueños, mejor dicho Mis sueños. Jorge y Freddy tenían un tren, un hermoso tren, con vías y vagones, barreras y señales, y lo guardaban ahí.
Difícil es describir el placer que me causaba cuando lo armaban exclusivamente para mí.
Quizás era un rato, pero para mí el tiempo se detenía mirando girar ese fantástico trencito.
Fue en ese momento, en el proceso de guardar ó sacar el trencito en el armario, cuando descubrí el objeto que marcaría mi vida.
El libro…
Hermoso libro, como ninguno que hubiese visto hasta entonces.
Mientras esto escribo, me dieron ganas de olerlo, tocarlo, mirarlo.
Ahora mismo giro la cabe…
No, primero lo primero.
Quiero contar que ese magnífico libro, era, mejor dicho, es, Robinson Crusoe, de Daniel Defoe de editorial Viau, ilustrado de manera…, cómo decirlo…, esos dibujos me provocaban alucinaciones, el artista, Carybé.
Un enorme libro de treinta y un centímetros de alto, por veinticuatro de ancho y cuatro de espesor.
Una monstruosidad para un niño que aún no llegaba a los cuatro años.
Fue impreso el treinta de octubre de mil novecientos cuarenta y cinco, bajo la dirección de Jorge D’Urbano Viau.
Como yapa, la traducción, corrió por cuenta de Julio Cortázar.
¿Qué más pedir…?
Y yo sin saber leer…
Allí nace mi desesperación por aprender la ciencia de descifrar palabras, como ya conté anteriormente.
Mi fascinación con el libro era tal, que trataba de verlo, tenerlo, cada vez que podía. Generosamente me lo prestaban para mirarlo, tal vez intuyendo, que no había ninguna posibilidad de que yo le hiciera daño a ése libro.
Había más posibilidades de que la luna saliera de su órbita.
Así pasaban los días, días y meses felices, hasta ese día de invierno, el 22 de Julio de 1964, el día de la mudanza, se iban, ellos tan queridos, justo en la víspera del nacimiento de Gerardo, mi único hermano.
El día amaneció triste, muy triste.
Se iban y junto a ellos un pedazo grande de mi vida.
Y los cuentos, y los juegos, y el cordero, y el tren…, y el libro..., se iban en esos canastos de un mimbre amarillento, y a partir de ahora, ajenos.
Recuerdo muy, pero muy claro el momento de la despedida.
Me mandaron llamar.
Subí rápidamente los veintiún escalones y retomé por el pasillo.
Ahí los vi.
Cómo describir una sensación, con que palabras…
Ver el departamento vacío, algún canasto como triste escenografía y ellos tres, parados, en actitud de despedida, era desolador.
Pero repentinamente algo cambió.
Después de algunos mimos, besos y algunas caricias, llego ese momento mágico, casi místico para mí…
Me habían elegido como depositario de ese fantástico libro que durante tanto tiempo me maravillara.
Con la sensación de las emociones fuertes, cuando el tiempo se ralentiza, los sonidos se convierten en un sordo terciopelo, y todos los sentidos se agudizan, así, en ese estado, vi, como el libro era depositado en mis manos, mejor dicho en mis brazos.
Ese libro, sigue ahora, en éste preciso momento en mis manos.
Lo tomé, cuando giré mi cabeza, de la biblioteca, a una brazada de distancia, para sentirlo, olerlo, verlo...
Siempre lo tengo a mano, es el eslabón que nunca se cortó de esa cadena que une sus manos con las mías.
Ese día me sentí un hombrecito y al siguiente fui hermano.
Tres que parten de mi vida y uno muy importante que llega para colmarla.
Ver los detalles escritos me apabulla, veo el punto con que el destino teje su trama.
Pero ésta historia sigue…
Creciendo, como yo, como el libro, como mi curiosidad…, como las rarezas en mi vida.
Pasaron los meses y comencé el jardín de infantes.
Por aquellos años se estilaba hacer solo un año de jardín, antes de la primaria.
Todavía defiendo esa postura.
Creo que el colegio educa, pero la contracara de ésta educación es su rigidez.
Rigidez de acero que va agregando barrotes a la creatividad del niño, verdadero néctar del que se alimentan los sueños, conocimiento y sabiduría.
Néctar que muy pocos educadores saben conservar.
Con el resto de ellos, el niño se enfrenta indefenso a una ruleta rusa.
Están a merced del mayor ó menor grado de estupidez del docente, que agrega más ó menos barrotes, en función, de la cantidad y magnitud de sus propias taras.
Estas taras se transmiten consciente ó inconcientemente al alumno, ya que en ese momento, la palabra de un adulto, adquiere una pátina de verosimilitud que en realidad, quizás no tenga.
El poder subyuga.
Este virus se instala muy fácilmente.
Aún hoy la tendencia a creer sin dudar en las palabras de especialistas, opiniones impresas ó televisadas, es tan fuerte, que hasta la más ridícula gansada se pude tornar verosímil.
Hay, por suerte un antídoto poderoso, que por incómodo, los educadores, y la sociedad en general, no fomentan demasiado.
Este antídoto es simplemente el ¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?
Insisto… y vuelvo a insistir.
No fomentemos el hábito de aprender. Mejor fomentemos el hábito de QUERER APREHENDER. La diferencia es enorme.
Es la distancia entre el conformismo y la búsqueda, entre resignación y lucha, entre saber y sabiduría. Pero, nobleza obliga, esto es solo una cara de la moneda.
Cuenta también, y mucho, el afán del alumno por avanzar. Entender desde muy joven, que el único desafío válido es contra uno mismo, porque podremos hacernos los distraídos, pero difícilmente podamos engañarnos con la misma facilidad con que engañamos a los demás.
Continuando con mi historia, tuve bastante suerte con gran parte de mis maestros.
Tampoco les resulté indiferente, la mayoría me recuerda.
Y eso es un logro.
Incluso mi primera maestra de jardín, que al menos hasta hace algunos años vivía, se encontró con mi madre después de más de tres décadas, casi cuatro, aún me recordaba.
Fue un enorme placer, porque guardo por ella un fuerte afecto, pues me enseñó a leer, escribir y los rudimentos de la suma y la resta.
Gracias.
Todavía conservo las carpetas y cuadernos del jardín y de la escuela primaria, que mi madre tuvo el tino de guardar.
En los duros momentos, donde la vida me puso a prueba, pude revivir día a día mi infancia, durante interminables noches de terrores rayanos en la locura.
Plagadas de lúgubres presagios, de dolores, simuladores de los estadios previos a una muerte casi inminente.
Mis refugios fueron, y son esos cuadernos y carpetas.
Más de una vez la tinta se corrió, con lágrimas derramadas sobre ella.
Todo estaba tan claro…
Al revivir mi infancia, no podía más que llorar…
Y preguntarme que había hecho de mi vida, en qué momento, ése niño prometedor, que tantas expectativas había generado se derrumbó.
¿Dónde me había escondido?
¿Cuándo perdí la frescura, la intuición?
¿Por qué decidí dejar de creer en mí?
¿En qué momento aprendí a boicotearme?
¿Por qué no puedo hacer mis propias cosas tan bien como cuando son ajenas?
Demasiadas preguntas.
Desde entonces estoy tratando de desaprender, para intentar volver a ser el que fui.
Es una tarea ciclópea, que me produce terribles estremecimientos en el alma.
Son escasos los momentos en que mi espíritu, afanoso de la sensación de libertad, puede ataviarse con esmoquin, y pasearse distinguido y distendido por la vida.
Las más de las veces lo encuentro desarrapado, producto de largas excursiones por los pantanos turbios y neblinosos de la vida, asfixiantes en la pesada densidad de su atmósfera, dejando exhausto y lacerado, mi ser.
Son períodos borrascosos, turbulentos, que extienden nuestras cicatrices en derredor, como potentes raíces.
Enquistándose en nuestro entorno, a veces demasiado profundamente, llagando en mayor ó menor medida a quienes nos rodean, sobre todo a aquellos más puros y sensibles.
Pero es la misma hiel del camino la que luego permite, extasiarnos en la epifanía que produce en nuestro espíritu, el descubrimiento de una nueva isla, virgen e inexplorada.
Condición efímera como solo pueden serlo los logros, ya que el simple hecho de llegar, extingue, como una vacilante llama que se apaga, su condición de virgen e inexplorada.
Inexorablemente perderá su magia, el esmoquin comenzará a ajustarnos de manera impropia y desmesurada.
Y el hechizo de la anhelada paz espiritual, será roto por el nuevo canto de las sirenas, con la irresistible y libidinosa melodía de lo desconocido, de la promesa de nuevos y sensuales conocimientos.
Pobre Adán y pobre Eva…
¿De qué manera podría evitarse el pecado de intentar saber?
Admito haber pecado y admito que seguiré pecando.
Me declaro culpable.
¿Qué harán, penarme?
¿Cómo penar a un condenado?
¿Cómo torturar a un torturado…?
Sinceramente ya no me importa.
Esta fuerte imagen, ésta utopía de mi propia isla desierta, vergel de aprendizaje perpetuo y conocimientos perecederos, esta emparentado en gran medida con mi temprana y apasionada lectura de Robinson Crusoe.
Fue un tremendo sacrificio, a esa edad, la lectura de sus trescientas ochenta y nueve páginas. Aunque, en tren de ser sincero, no todo el libro causó en mí la misma impresión.
Las primeras páginas estaban bajo el embrujo de la novedad.
De la novedad del relato, y la novedad de mi precario debut como lector.
Fue una lectura laboriosa, casi como el trabajo previo de un parto primerizo.
Eran veintiocho páginas de presentación y aventuras, que no lograban inflamar aún mi imaginación.
Pero, de pronto, sorprendido como quien recibe la descarga de un rayo en un día soleado, me encontré cara a cara con ese inexplicable aroma, con que el destino, me había guiado a éste libro.
Allí estaba, el encuentro con mi hado, signo inequívoco de haber hallado algo realmente significativo y duradero para mi vida.
Esos momentos pasan por nuestra mente como una ensoñación, más sí, recuerdo haber detectado el sortilegio.
Su significado, como el buen vino, habría de captarlo con los años.
Sortilegio que actúa como una droga.
Los tiempos se aceleraron, pero de esa extraña manera, que además permite apreciar las cosas en toda su magnitud, en su verdadera esencia, pletórica de micro detalles, como solo puede hacerlo la adrenalina, según descubriría luego.
Tan adictiva y placentera, que sin ella, tendría que hallar un sinónimo para poder re-nominar la palabra vida.
Aún soy esclavo de su dulce adicción aunque mi cuerpo ya muestre las señales del uso y abuso. Rechina y cruje bajo el yugo de la herrumbre, grita con el alarido de la uña rasgando la pizarra, pero sigue pidiendo.
Ya no siempre puedo complacerlo, y es entonces, cuando mi cuerpo, con la crueldad de un tirano comienza su tortura.
Tortura de la peor especie para un buscador.
Me quita el control, se convierte en mi enemigo, simula matarme.
Me sumerge en una lucha titánica por conservar la energía, que succiona en ésta lid para saciar su sed de acción.
Con los años mejoré tanto mis técnicas de lucha que ahora por lo general, lo domino más, mucho más fácilmente.
Pero, se que tal vez, algún día me tome distraído…
Esa es su verdadera, pequeña y miserable victoria.
Mi propio cuerpo, el que crié desde que nací me robó.
Totalmente falto de códigos, robó de manera violenta un pequeño trozo de mi libertad. Es de poco fiar el mundo de la materia...
Lo que mi tonto cuerpo no sabe, es que la venganza ya está planeada desde el momento mismo de mi concepción; cualquier día de éstos lo abandono y que se joda…
Volviendo al libro, lo que tanto vértigo generó en mí, fue descubrir el capítulo tres.
El naufragio.
Seguramente fue la primera vez que tropezaba y caía de cabeza dentro de una historia.
La sensación era sorprendente, dejé, en ese instante de ser lector, para convertirme en protagonista del relato.
A partir de ese momento, las vivencias de Robinson, cobraron la nitidez de una experiencia en mi inflamada imaginación.
Vivimos juntos la zozobra del naufragio, la lucha por inhalar cada escasa bocanada de aire, la angustia de las afanosas brazadas que no conducían a ninguna parte y la peligrosa devolución del mar a la costa.
La imagen de esa isla es indisoluble de mí ser.
Por varios motivos, se convirtió en una idea recurrente.
Si intento analizarlo, no podría explicar de manera sencilla y lineal por qué significa tanto. Pero sé, que regusto, que sensación, deja esa imagen en mi espíritu.
Cada vez que necesito evocar una imagen grata, se corporiza como el fantasma de un ser querido. Tantas veces la recorrí con mi imaginación, tantas veces viví en ella y durante tantos años, que se materializa y se vuelve un sólido refugio para mi atribulado espíritu.
En mi peculiar diccionario, la isla, sus costas y el océano infinito, son sinónimos de la vida, del intelecto y del alma.
Se llega a ella de forma cuanto menos violenta, se la explora, se la conoce, se la ama y se la odia, tratamos de recorrerla y experimentarla, la modificamos, construimos en ella y un día debemos abandonarla de manera más ó menos decorosa, con nostalgia y tal vez la sensación de no haber aprehendido todos sus secretos.
Solos, como cuando llegamos.
La vida, como las experiencias y los sentimientos, son intransferibles, huidizos, como para expresarlos en palabras, como la vaporosa felicidad, efímera como la verdad ó el amor intenso. Por eso, cada cuál habita en su propia isla y aunque nos veamos gregarios, unidos, todos somos náufragos, luchando por conquistar la vida.
Solos…
Solos entre miríadas de otros náufragos, caminando a tientas, como ciegos en la noche, buscando nuestra tierra prometida y escuchando risas y gemidos, murmullos y silencios, señales de humo de otros sobrevivientes.
Sobrevivientes es un buen término, no teniendo para mí, connotaciones negativas.
Yo sobrevivo, como Robinson, que en su aspecto más fascinante, aprendió a sobrevivir con lo que tenía a mano, con lo que la providencia le suministraba, creando un mundo de enseres e ingenios, prácticamente de la nada.
En ésta precariedad, yo encuentro el significado de la dignidad.
Dejar testimonio, en una obra, con las herramientas que uno posee, por insignificante que sea, equipara en méritos a una obra llena de magnificencias, realizada con inagotables recursos.
Casi una definición de justicia.
El que da lo que le sobra, nada da.
Pretende que compra indulgencia, en el mercado de baratijas de la vida.
Abundan, son tantos, que en su infinitud desaparecen.
Casi, y pongo casi porque me gusta como queda, no existen, tan creídos ellos…
Todos deberíamos saber, que la indulgencia para una culpa sólo cotiza en una moneda, accesible para todos…
La entrega al prójimo.
Lo sabe de manera innata el que nada tiene y da lo que necesita.
Porque sí, por nada.
El que da lo que necesita… Conmueve.
Qué paradoja un gesto tan enorme, pero tan enorme, que se torna casi invisible.
Somos tan ciegos para verlo como para vivir.
Obrar lleva implícita la posibilidad de errar, la manera noble de errar.
No obrar por temer al yerro, sería entonces la forma indigna de errar.
Tal vez, el mayor error concebible, padre y madre, ó al menos pariente directo de la cobardía. Otra de las infinitas facetas de la culpa, la odiada, putísima y primigenia culpa.
Corrosivo veneno, instilado desde los albores de los tiempos, que provoca en el alma cicatrices, surcos tan profundos e indelebles, como los que el ácido clorhídrico talla en el vidrio.
Ver adultos cruzados de éstas cicatrices duele.
Y a pesar de ser un espectáculo tan cotidiano, que hasta puede pasar desapercibido, sigue doliendo para el que ve.
Ahora bien, una cosa es el dolor, permanente escudero en nuestras aventuras por la vida.
Dolor que enfermo de celos por nosotros, espanta, veloz como el proyectil que nos mata sin que lo veamos llegar, a las bellezas de la vida, que muy de cuando en tanto, llegan a nuestro sendero para seducirnos.
Pero peor aún, si esto es posible, ocurre cuando el dolor recluta para su causa a la impotencia. Siento, en esos momentos, que estoy a su merced.
Es en esas ocasiones, cuando parte de mi alma se inmola en furiosos estallidos.
Pasa, y más a menudo de lo que creemos.
Es más, acaba de pasarme.
Que raro misterio, que uno piense ó escriba sobre algo, creyendo saber y ese algo lo abofetea en al cara, en el rostro desfigurado del alma.
En el instante preciso.
Como un hecho, que viene reclamando el título de premonición.
Más abono para mi teoría de la condición efímera de todas las pseudos verdades que manejamos…
¿O nos manejan…?
Acabo de despertar de una pesadilla, donde una de mis hijas me mostró algo que ya sabía, pero no veía, o no quería ver…
Salí, a perseguir la culpa demasiado lejos y en mi torpeza dejé libre el camino, libre de escollos, casi como para una amiga, dejando que se apoderara de mis hijos.
Es mi culpa.
Por no estar… Estando.
Aparentemente siempre salgo, porque parece que nunca estoy.
¿O soy invisible en mi mediocridad?
En mi mediocridad mundana no creo, sea por soberbia ó simple comparación.
Igual, no es eso lo que me preocupa, es más me importa un bledo.
Lo que sí me desgarra hasta inmovilizarme, es mi mediocridad como padre, casualmente la única que desearía no tener.
Las demás son subjetivas.
Se que debo pedir perdón, pero me cuesta.
Lo hice, varias veces, sobre todo a mis hijos.
Más parece que no me escuchan.
No los culpo, debo haberlos ensordecido con tantas pelotudeces.
Es más alguna vez escribí una tonta canción para ellos, acerca de las culpas, los errores, el perdón y el amor que les profeso.
Es tan fea, que me da algo de vergüenza, pero la voy a incluir por ellos.
Ya no sé ni por qué escribo.
Ahí va…
HIJOS DE LA VIDA.
Si vivir me está matando, algo malo está pasando.
¿Dónde está lo que aprendí? cuando era un niño todavía.
Siempre me olvido lo que sentía.
Si mis hijos comprendieran, el dolor de las batallas contra mis propios fantasmas.
Tal vez pudieran perdonarme, las injusticias cometidas.
Ayyyy…, que dolor…
Cuanto dolor, por protegerlos, quebré sus alas, rompí sus sueños.
Hijos queridos, yo fui el cemento que los unió a la ilusión de éstos cuerpos.
Ayyyy…, que ilusión…
Errores comunes, que todos pagamos, que precio amargo por despertarnos.
Aunque barato, si lo logramos.
Lava tus culpas, sin torturarte.
Compartir vidas es mucho más que un arte.
Si mis hijos comprendieran, el dolor de la batalla, contra mis propios fantasmas,
tal vez podrían perdonarme, las injusticias cometidas.
Ayyyy…, que dolor…
Alma desnuda y lágrimas dulces, que cicatrizan cualquier herida.
Sólo éste remedio, puedo ofrecerles.
Hijos queridos, esto es mi vida.
Y son mi vida…
Así es mi vida…
El mundo es mi vida…
Sus vidas, mi vida…
Y la vida es la vida…
Es la vida…
La vida…
La vi.…
Cada quien, puede interpretarla como quiera.
Solo deseo aclarar un párrafo.
-Por protegerlos, quebré sus alas, rompí sus sueños- Significa que las buenas acciones y las buenas intenciones, no necesariamente garantizan un buen resultado.
Quedarme en el nido, hizo que al crecer, ocupara el lugar que esas alas necesitaban para desarrollarse y se quebraran.
Visto a la distancia, descreer en el amor, al menos del eterno, ó durable, y aún así, pensar que estando en el nido, podría proteger los niños. Fue cuanto menos ingenuo.
Protegerlos de las amenazas externas, las aves de rapiña acechantes, es solo la mitad de lo necesario.
Existen infinidad de peligros amenazantes en el interior del nido, que bajo la pátina de lo cotidiano, esperan agazapados e indetectables el momento de tomar sus presas.
Tal vez tomando distancia podía haberlos visto más claramente, aún a riesgo de pecar de ausente. Por otra parte, los efectos especiales desplegados en los momentos malos, peleas, estallidos, ira descarrilada, son tan vívidos y excluyentes en la memoria, que los gratos merman hasta desvanecerse, devorados en las agitadas aguas de las borrascas.
Ser padre es una tarea sin cobertura, sin seguro, sin certezas.
Nada garantiza el éxito, y ningún hijo, que yo sepa viene con manual de instrucciones.
Tal vez la única manera, sea anestesiar desde pequeños su ser interior, narcotizándolos con falsas certezas, seguridades ficticias, ocultando nuestras partes más obscuras, disfrazando nuestro ser y pensar.
Y pintando con los colores correctos, nuestros groseros procederes.
Pero…
¡Que repulsivo y cobarde!
Más hijos de molde, más adultos de Prozac, reemplazo directo del chupete de la seguridad, más falsa que promesa política.
Paliativos, pobres remedos de una perfección inexistente.
Más temprano que tarde, el estallido sobreviene.
Hay que aguantarlo…
Cierta vez escribí: “Quien puede saltar la distancia entre lo que dice y lo que hace, seguramente es un sabio, y está fuera y lejos del escrutinio ajeno; no le interesa. Ahora, si pudiéramos concebir un ser que elimine las barreras entre lo que piensa y lo que hace, estaríamos frente a una paradoja, ó sería un loco, ó sería un semidiós. Cualquiera de los dos, sería condenado por excesivo.”
No osamos, siquiera a manifestar una diezmilésima parte de lo que pensamos.
El pensamiento, es casi ilimitado, autónomo y no lineal.
Tenemos infinidad de ellos en el tiempo que nos lleva verbalizar, y de la manera más torpe, uno solo de ellos.
El único límite se lo impone nuestra imaginación y su mayor ó menor fertilidad.
Si aún no se entiende pondré un claro ejemplo, por el cual todos hemos pasado.
Un ejemplo entre billones, en el resto piensen ustedes.
Hombre ó mujer, no importa.
Nos encontramos charlando banalidades, con alguien atractivo del sexo opuesto…
Mientras el piloto automático lleva adelante el coloquio, nuestra mente y nuestro espíritu, vagan descontrolados por los dominios de la lujuria.
Llevándonos a reinos imaginarios de felicidad, protegidos por la máscara imperturbable de la urbanidad.
Hipocresía.
Hipocresía en su estado esencial, pensamiento mágico.
Nos hace creer inmortales. Como si tuviésemos siempre tiempo para todo.
Como si hechiceramente, ese momento mágico, que eternamente anhelamos, pero nunca provocamos, llegará milagrosamente.
Esto hace que la vida escape lentamente por todos nuestros poros, ya hartas de tanta cobardía. Aburrida de mandatos cumplidos.
Grita, se estremece nuestra alma en su afán de explicarnos, que no estamos hechos para eso, no hay nada que debamos cumplir, sólo buscar, solo ser fieles a la búsqueda, yerma de réditos inmediatos, pero pletórica de promesas.
Tonto…, tonto…
Pobre palabra para definir, el estado de ceguera en que nos sumerge la vida, tan deslumbrante con sus brillos y oropeles, que nos ciega ante la única certeza que podemos tener en éste plano…
Todos morimos.
Ergo nacemos muertos.
Y ha de ser importante, puesto que muerte y nacimiento, constituyen los dos únicos portales que todos compartimos.
Yo me di cuenta, y por lo tanto me siento a esperarla, de la manera que más me interese, sin condiciones.
Ojala, muchos hicieran lo mismo, convirtiendo al mundo, en el trayecto, en un lugar menos previsible y más rico para experimentar.
Podría desvanecerme frente al teclado antes del próximo párrafo…
¿Qué sentiría?
¿Debería salir ahora y decirle a todas las mujeres que amé, aunque sean casadas, viudas ó solteras, que las amé, ó que tal vez ya no las ame?
O peor aún, que jamás sabré si las amé.
¿Debería perder años pidiendo perdón, por cosas en las que no creo?
No, ¿por qué?
¿Debería lograr el perdón de mis hijos?
Sí definitivamente.
¿Debería lograr el perdón divino?
No me interesa.
Si Dios existe, soy parte de su obra y El es perfecto.
Por lo tanto, el perdón es un bálsamo que solo adormece la culpa, característica exclusivamente humana y poderosa herramienta con la cual hace siglos nos manejan.
Si partiera en este momento…
¿Añoraría todo lo que no hice por timorato?
Seguramente sí.
¿Habré elegido entre los infinitos caminos el mejor?
Seguramente no.
¿Habré hecho y aprendido todo lo que podía?
Seguramente no.
¿Dejé el testimonio que quería?
Seguramente no. ¿Se habrá entendido? Seguramente no.
Qué boludez, entonces ¿Qué hago?
Relajarme ante lo inevitable, o…
Buscar una vuelta de tuerca que me permita volver a creer en algo.
Algo más amable, como la reencarnación.
Eliminando y reemplazando, las partes cercanas al cuento de hadas, por algunas menos indigestas para mí.
Reencarnación como sinónimo de aprendizaje perpetuo, como energía en expansión…
Sigamos buscando…
¿Y si muriera ahora, alguien leería estos párrafos?
¿Alguien gustaría de ellos?
¿Serían útiles?...
¿Podrán ser interpretados, decodificados?...
¿Vivirá alguien una película parecida, se identificaría?...
Llegado a éste punto, debería sincerarme.
Por si acaso alguien lee esto.
No soy escritor, no creo que pueda serlo.
Tengo varios problemas…
Primero: No creo tener talento de escritor.
Segundo: Mi paciencia es evanescente.
Soy compulsivo.
O hago las cosas ya, ó nunca las termino.
Tercero: Soy contradictorio, como todos. Me di cuenta, recogí ese desperdicio, lo lustré y lo puse en el alhajero de mis riquezas.
Cuarto: Soy buscador, aprendo fácil y me aburro fácil.
Las cosas que encuentro se me pudren en las manos.
Quinto: Como consecuencia de lo anterior, cualquier cosa que haga ó escriba, envejece mientras la realizo.
Sexto: Monstruo nacido del punto anterior, terminar algo que me fascina y comenzar a detestarlo, se convierten en el mismo acto.
Séptimo: Desconozco las reglas de la escritura, por lo tanto siento una enorme vergüenza. Octavo: Desconozco los estilos, en tal caso deberé conseguirme uno...
Pero, para ser coherente, lo haré a la vista de quién esto lea.
Vamos…
Arranquemos…
Podríamos llamarlo manifiesto.
Me gustaría llamar lo que hago, LITERATURA CATARTICA.
Les explico por qué amigos.
Este escrito se inició como una carta para la persona que me regaló el libro que tanto me marcó y sé que está pasando un mal momento.
Seguramente lo superará con esa luz interior, que lo pone a resplandecer, cuando se deja ser.
Es mi más profundo deseo, porque conozco la fuerza de un masaje al alma cuando ésta flaquea. Surgió de una historia llamativa.
Como ya he narrado ésta persona se va físicamente de mi jornada, el veintidós de julio de mil novecientos sesenta y cuatro.
Después de solo dos años de convivencia y con una gran disparidad de edades y experiencias. Siempre fue mi amigo.
Desde ese momento, cada veintisiete de junio, día de mi cumpleaños, el teléfono sonaba, inexorable como la sucesión de las estaciones, a la hora señalada, alrededor de las ocho de la noche.
Con el transcurso de los años, aprendí a esperar la llamada, precisa como las campanadas del Big Ben.
Sólo debía levantar ese pesado tubo de baquelita negro, y sin esperar, decir, ¡Hola Jorge! y escuchar sus augurios de felicidad al otro lado de la línea, con esa particular voz grave.
Este rito se repitió hasta el presente, sin variantes.
Tal vez hayan cambiado nuestras vidas, el mundo y mi voz, más no el rito.
Fue nuestro único medio de contacto, excepto algún breve encuentro, hace ya tantos años, que casi no cuenta.
Esos cinco minutos anuales servían para ponernos en conocimiento de los avatares de nuestra vida…
¡Vaya poder de síntesis!
Esto fue el génesis de este engendro, que comenzó como una esquela de reconocimiento y mutó monstruosamente (como muto yo), en una especie de manifiesto.
Donde intenté, atropelladamente, exponer parte de mis intrincadas ideas sobre la vida y la condición humana.
Mientras lo escribía me di cuenta, que debía homenajear a tantísimos amigos…
Navegantes embarcados en interminables charlas, algunas diurnas, la enorme mayoría nocturnas. Con anécdotas, vivencias y cuestiones filosóficas.
Sazonadas con risas, llantos, y el placer de compartir lo bueno y lo malo, en mesas regadas de vinos.
Ablandadores de corazas, pociones mágicas, que con buenos intérpretes y un buen director de orquesta, disuelve las ataduras y permite a las almas libres sobrevolar sobre esas mesas.
Tantas cosas charladas y profundizadas con ellos, merecían un modesto homenaje.
Resumirlas, tratar de captar su esencia íntima, dejar impregnadas estas hojas con su perfume y tratar de volcarlas en este escrito era el desafío…
Por lo tanto y ante la apabullante cantidad de datos, recuerdos, anécdotas, estudios, filosofías, religiones, búsquedas espirituales, amores, odios, alegrías, dolores, tristezas, muertes, nacimiento, nacimiento, nacimiento, nacimiento, nacimiento y un doble nacimiento, no me quedan mucho tiempo ni ganas de escribir un libro tradicional…
Con introducción, presentación de los personajes, desarrollo del conflicto y sus subtramas, gancho, clímax y final.
Supongo que habrá infinidad de seres como yo, apabullados por tanta técnica y sospecho que estamos perdiendo muchas ideas frescas que se extinguirán en la nada, por estas minucias.
Escriban carajo!!!...
Por favor escriban.
En voz baja o a los gritos, como en la charla sensible con un amigo.
Nadie habla a la perfección, ni respeta las reglas de la gramática cuando habla con un amigo.
Los temas saltan sin sentido, como ranas disfrutando el chaparrón.
Sin embargo nos entendemos, y quizás las ideas más brillantes de la historia de la humanidad, hayan surgido de este caldo.
La literatura presuntuosa, según acabo de darme cuenta debe haber alejado de su lado, tantas personas como ha captado.
Es mi deseo, por lo menos entre mis hijos, mis amigos, o cualquier persona que acceda a estas páginas, que no duden en volcar sus experiencias.
Aún sin un orden aparente, ó con escasa técnica.
De solucionar eso se encargará, la lectura.
El lector, como partícipe de esta “Literatura catártica”, se convierte en constitutivo de la misma.
Nunca debe ser subestimado.
Ni escribir en función de él, suponiendo de qué manera debería recibir determinado mensaje.
El completa el mensaje.
Esta literatura que propongo cuenta con algunas condiciones “sine qua non”, a saber:
Jugamos a ser sinceros.
Escribimos como podemos.
El mensaje es lo que cuenta, incluso por sobre la historia.
No se corrige, escribimos sin red (Sólo ortografía, signos, algunas palabras, pero nunca la idea, el orden, etcétera)
Catarsis es eso, soltar lo que sea sin importar las consecuencias.
Ser sincero y entregar siempre el crudo.
Se notará el artificio del pulido.
Escribir hasta sacar los fantasmas.
Escribir como si nunca más volviéramos a escribir un libro.
Como si muriéramos al terminarlo, pone todo lo que quieras.
Sería importante, que hagamos el sincero esfuerzo de escribir por capas, entendiendo esto como una escritura acebollada.
Toda idea es una cebolla.
Debe ser clara en su primer y superficial lectura, pero, al descubrir sus sucesivas capas debe permitir que nos adentremos más en ella, reinterpretando a medida que la profundizamos.
No es fácil.
Pero es gratificante, cuando alguien descubre todas las interpretaciones subyacentes y además, brinda nuevas perspectivas.
La idea es colocar el germen de una idea y que la verdadera germinación se produzca en el alma del receptor.
Para escribir de esta forma evoquemos imágenes, que son, por lo general, las custodias de las ideas.
IRONÍA, sobre todo, enormes dosis de ironía.
Bueno basta de pavadas.
Escriban como quieran.
Pero escriban, al menos una vez, como testimonio para sus hijos, nietos, ó en caso de no tenerlos, para sus amigos y sus afectos.
Para ustedes mismos.
Escribir como un acto de amor.
Ahora algunas anécdotas sobre Robinson, como para terminar de aclarar mi relación con el.
Estuve embelesado con su aventura en la isla, para mí la parte más atrapante de todo el relato. Luchó por su vida.
Creó todo lo que necesitaba para sobrevivir, con los pocos elementos con los que contaba.
Además vivió aislado.
Toda mi vida luché por imitarlo en éstas tres cosas.
Vivo aislado, aunque me rodee una multitud, pues necesito pensar.
Pensar es mi pasión.
Mi cabeza, mi patio de juegos.
Tanto pensar me robó el sueño.
Una tragedia, pero eso me da más horas para pensar.
Cualquier cosa, desde la más ínfima pavada, hasta las más complejas cuestiones y ricas fantasías, todas, pero todos pasan por el cedazo de mi mente.
Cuando niño, antes aún de comenzar a leer, y hasta mucho después, incluso en algunas ocasiones en la actualidad, adopto una posición particular para intentar dormir.
Me acurruco, casi en posición fetal y tapo parcialmente mi cabeza, sólo parcialmente para que funcione de manera efectiva.
Este es uno de los secretos, el otro, y fundamental, es mirar hacia una pared, muy cercana y arrimar bastante la cabeza a ella.
Luego de un rato de tranquilidad, los pensamientos comienzan a llegar, temerosos al principio, pero cada vez más osados a medida que el tiempo pasa.
Aquí entra en juego mi particular y efectiva técnica.
Mientras los pensamientos se acercan como un manso río, puedo navegarlos, recorriendo todos sus meandros, como en un placentero crucero.
Más cuando llegan desencadenados como un brioso torrente de aguas blancas, ya no puedo seguir montado en ellos.
Como detesto que se me escape un solo pensamiento, aplico mi técnica.
Cuando ya están por expulsarme de ellos, los retengo mientras puedo y los suelto de golpe, yendo a pegar de lleno a la pared, ya que salen por mi frente y por mis ojos.
Golpean con tanta vehemencia, que caen desmayados a mi lado, desde donde los cuido como un pastor a su rebaño, que ninguno escape, pudiendo retomarlos cuando los necesito.
A la madrugada, ya cuento con una importante pila de ellos.
Ahora que lo pienso sería algo así como un atrapa sueños humanos.
Si alguien desea practicar ésta técnica y le da resultado, por favor no deje de avisarme…
Luché siempre por mi vida, siempre.
En cada accidente, en cada dolencia incluso, frente al dolor de vivir.
Incluso, fui uno de los que “vio la luz”.
Siendo aún bastante joven, sufrí un accidente de moto, que fue bastante duro y me dejó algo maltrecho.
No sólo el cuerpo, también atribuló mi espíritu.
No entraré en más detalles que los necesarios para llegar al punto que deseo explicar.
Basta saber que las circunstancias previas al accidente, fueron, cuanto menos extrañas.
Los presentes dirían, muuuy extrañas, llenas de presagios y extraños eventos, pero eso tal vez sea parte de otro relato.
Lo concreto es el accidente y sus circunstancias.
No era el primero, casi se había tornado en una rutina.
En esos momentos tenía dieciocho años, y ya conocía a la perfección los efectos de la adrenalina en el cuerpo.
Si me limito a los accidentes en moto, sin contar las estúpidas caídas, había pasado por varios, incluyendo uno a los dieciséis años, cuando fui arrollado por un camión, de un corralón de materiales del barrio.
Este dejó mi pierna y mi cuerpo bastante descalabrado y un enorme agujero en mi rodilla derecha. Algunos meses de cama, algún injerto, muchos calmantes y antibióticos y otra vez a las calles. Tras otros accidentes “menores”, ocurrió aquel, el de las extrañas circunstancias.
Dejando de lado la sucesión de eventos, casualidades ó causalidades, mas ó menos extravagantes que nos condujeron a esa esquina de avenida Libertador, en Acassuso.
Más precisamente en la esquina de un salón de té y tragos, llamado Bubalí.
Tenía en su frente una enorme y hermosa pava de bronce, a modo de escultura alegórica.
Circulaba con un amigo en dirección desde Tigre, hacia Capital.
Y con otro gran amigo, con quien aún mantengo una estrecha relación, aunque viva en Córdoba, a más de mil kilómetros de mi nuevo hábitat, en Mar de Ajó.
Declaro que vivo aquí, pero no soy de aquí y nunca lo seré.
Mi lugar en el mundo es Olivos, barrio donde nací, pero no viví...
Más que vivir, me convertí en cuarenta y seis años, en parte indisoluble del barrio.
Mi espectro lo recorre día a día, en las anécdotas, los recuerdos y el cariño de mis vecinos, conocidos y amigos.
Eso es arraigo.
No basta con vivir en un lugar, hay que ser parte de su historia, de su leyenda.
Dejo este pensamiento, vuelvo a la moto y nos vamos acercando a esa esquina…
Osvaldo, ó sería mucho más apropiado llamarlo “El Búho”, se nos había adelantado.
Ya había pasado por el lugar, mientras nosotros nos acercábamos.
Era de noche, casi madrugada, como casi todo en mi vida.
Por la mano contraria, se acercaba un auto, sin luces, un Volkswagen color…
Como describirlo, tenía el color de la desgracia.
Dicen que el verde es esperanza, pero… ¿Cuál será ese verde?
En este caso se trataba de un feo verde, ajado, marchito, como una vieja puerta gastada, un verde mohoso.
Al ver que no tenía luces, disminuimos la velocidad.
Ese día, estuve prudente como nunca antes, y pocas veces después.
Más no alcanzó.
Luego de ver que nos acercábamos, el conductor, con su auto repleto de jóvenes festivos, tal vez demasiado festivos, disminuyó su marcha a cero.
Su intención era girar a la izquierda, cruzando el carril por donde nos acercábamos, pero se detuvo.
En ese momento aceleramos para pasar y cuando nos encontrábamos a escasos metros del auto, éste aceleró, cruzándose repentinamente en nuestro camino, sin opción de esquive.
Ante lo inevitable, me erguí en los pedalines y atiné a empujar a Jorge, hacia la vereda.
Esto permitió, que al colisionar, el pasara por sobre el capot, resultando prácticamente ileso. En cambio yo estaba por vivir una experiencia alucinante y extraña, que dejaría sus huellas hasta el día de hoy.
Instantes antes de la colisión, sentí la característica descarga de adrenalina, por ese entonces tan familiar, que podía enumerar con precisión.
Esa rápida sucesión de sensaciones, que ocurre en una fracción de segundo, aunque pueda percibirse todo tan detalladamente…
Sentir la inyección de adrenalina saliendo de las glándulas, y recorriendo el cuerpo, a la velocidad de bombeo de un corazón ya acelerado y que se acelerará a parámetros insospechados, preparando el organismo para soportar fuerzas, cargas y dolores prácticamente inhumanos.
Esto ocurre, mientras sentimos retroceder la sangre desde la periferia del cuerpo hacia sus órganos vitales.
Pero, el efecto más extraño que provoca, es la distorsión del tiempo.
No hablo de una cuestión de percepción, si no de una real distorsión del tiempo.
Es increíble, la cantidad de detalles que se perciben en esos instantes, la cantidad de pequeñas acciones que uno pone en práctica para salvar su vida.
La cantidad de tiempo disponible para una fracción de segundo, lleva inexorablemente a pensar en la relatividad del tiempo, ó en su defecto de su falsedad como parámetro permanente. Inmediatamente, pasé a ver mi propio accidente desde el exterior de mi cuerpo.
El golpe ocurrió a la altura del parante entre las dos puertas.
Antes de salir despedido, comencé a realizar una especie de vertical, todavía aferrado al manubrio, que se doblaba como manteca, mientras yo salía despedido.
Luego continuaba el giro en el aire, hasta dar una vuelta completa y golpear con mi espalda sobre el techo, justo sobre el parante.
En ése momento, vi.
Vi la luz…, como tantas otras luces, en tantos otros golpes fuertes…
Pero eso no es lo importante, mientras seguía viendo como mi cuerpo daba otras dos vueltas, antes de caer a la calle, cerca del cordón de la vereda y sobre los vidrios del auto hechos añicos.
Fue durante esos dos giros, que tuve mi primera epifanía.
Recuerdo que me pregunté, con la extraña sensación de sentirme muerto, como podría ser que mi cuerpo se encontrara allí abajo, destrozándose, y yo afuera, sintiéndome vivo.
El pensamiento exacto fue: Estoy muerto y sigo siendo…
Aún podía pensar.
Ese fue el detonante de una vertiginosa sucesión de imágenes, que contrariamente a lo que dice la literatura al respecto, semejante a ver una película en cámara acelerada, yo sostengo, que lo percibí como una breve estadía en otro plano de tiempo.
O sea, yo no sentí que estaba viendo imágenes de mi vida, si no que las estaba reviviendo, desde mis orígenes, hasta ese preciso instante.
En ese momento, y al golpear el piso, sobre el granizado de vidrios, sentí que volvía a entrar al cuerpo.
Tal vez de una experiencia semejante, venga la expresión,”Le volvió el alma al cuerpo”.
Me levanté furioso, solo para ver como el Volkswagen se iba absolutamente doblado y lentamente hasta desparecer.
De esa vorágine de imágenes, algunas, quedaron grabadas en forma indeleble, sobre todo, la de los primeros períodos de mi vida.
Una muy poderosa; me veo en mi cuna, tratando de incorporarme, mientras miraba las cabeceras blancas, con unos marineritos de madera terciada, pintados, aplicados en ellas.
Bastantes imágenes destacan con nitidez, entre una infinitud de borrosas.
Muchas son de sucesos que había vivido hasta ese momento.
Otras de mis afectos, mis amigos y algunas muy nítidas de mi hermano.
La sensación que me queda, es de revivir mi vida hasta el momento del accidente.
Mucho especulé acerca de esto, elaborando y sometiendo a prueba, todas las teorías, cada una de ellas.
La que más resistieron fueron dos.
Una, la vida sigue…
Dos, mucho mas química; el cuerpo, ante el peligro de muerte inminente, inunda el cerebro de sustancias protectoras, provocando estímulos masivos en él.
La segunda no termina de explicar todo…
Como sea…
Lo interesante de esta historia es la formidable plasticidad y deformación que puede sufrir el tiempo.
Ese debería ser el punto sobresaliente a investigar.
Sobre todo, para mí, que tengo una fijación particular con el tiempo.
Considero, que al nacer, quedamos condicionados a vivir en un permanente estado de ilusión, y el principal ingrediente es el tiempo, el tiempo físico.
Todos tuvimos la experiencia de la diferente percepción del tiempo, en distintas situaciones.
A veces pasa arrastrándose, reptando, sobre todo en los momentos más dolorosos y aciagos, ó en un terrible momento de aburrimiento.
Otras pasa vertiginosamente, sobre todo cuando estamos ansiosos y apurados por cumplir con algún plazo, ó aparece sigilosamente como un ladrón que nos hurta retazos de momentos felices.
Esto, más que física es percepción.
Pero vivimos en parte de la física y en parte de la percepción.
El tiempo, tal como lo conocemos, no puede ser una dimensión.
Ya que todo lo impregna, todos los reinos y todas las dimensiones.
La forma más eficiente, de enjaular una mente, un espíritu, consiste, en proveer a un ser que nace, de una regla, una balanza y un reloj. Con los tres aprenderá a mensurar el mundo.
Enquistando de tal manera, la sensación de que todo es mensurable, fijo e inmutable, que crea la falsa ilusión de solidez del mundo en que vivimos.
Las tres dimensiones son tan apabullantes en su presencia, que con su brillo y el peso de su obviedad, impiden siquiera imaginar las demás dimensiones.
Mucho menos visualizarlas.
Esto nace en una fuerte imagen de mensura, inculcada desde niños y avalada por la experiencia táctil y sensorial.
Por eso, resulta casi inviable imaginar siquiera alguna dimensión que no sea alto, ancho ó profundidad.
Y el tiempo nos tiende la peor de las trampas.
Nos obliga a suponer que todo transcurre, que todo tiene un orden numeral, en perfecta sucesión. Cuando, tal vez, exista la remota posibilidad de que todo transcurra simultáneamente, en diferentes planos.
Un eterno y enorme ahora. Y nuestros limitados, precarios y mal educados sentidos, nos inclinan creer que todo transcurre.
Es la magnitud de la que más desconfío.
Es casi imposible escapar a su embrujo.
Pero posee dos extremos vulnerables.
Uno es el siguiente: Si consideramos la sucesión de tiempo, como una rodaja que se superpone a otra ya pasada, podremos imaginar, que en pos de lograr más precisión en los intervalos, haremos cada vez mas pequeñas, más tenues, las supuestas rodajas.
Entonces el intervalo sería más preciso. Para que se entienda, es como la diferencia, que hay entre medir con un metro, un calibre, un micrómetro, etcétera.
El instrumento será cada vez más preciso y la medición también.
Siguiendo este razonamiento, podríamos, en teoría, llegar a una rodaja de tiempo tan fina, tan tenue, que en la práctica sería casi una partícula de no tiempo.
Si teóricamente lográramos avanzar aún un poco más, tal vez podría lograrse una partícula de no tiempo.
El tiempo en estado puro.
Millones de esas partículas no podrían hacer que el tiempo transcurra.
Sería imposible apilarlas para que formen algo.
El otro punto: Consiste en que la suma de todos los momentos, de todos los tiempos, debería dar como resultado de la sumatoria, la eternidad.
Podríamos imaginarlo como un enorme océano ó depósito de tiempo.
Al encontrarse todo el tiempo existente, debería dejar de transcurrir, por lo tanto se detendría.
Pareciera que en toda la creación, la menor distancia entre dos cosas está dada por la distancia entre el todo y la nada, entre lo inmenso y lo insignificante.
Como una soga larguísima, de una enorme distancia entre sus extremos, distancia que se esfuma al unir sus puntas, independientemente de su longitud. Siempre, la máxima y la mínima distancia, se anulan, si hay un punto de encuentro.
Es harto probable, que esto sea falso.
O física y matemáticamente incorrecto, pero que importa, si el verdadero desafío pasa por repensar la vida y las actitudes desde éstos parámetros.
Repensar la vida, es una hermosa utopía.
Con poco por perder y mucho por ganar, y, tal vez sería un buen legado.
Quien acceda a éstas páginas, quizás opine que soy un ser torturado, más no es exactamente así. Siempre en el veneno, también está el antídoto.
Siento que soy bipolar.
Al menos, puedo levantar permanentemente mi mano, si la pregunta fuera:
¿Quién posee ó reconoce como propios éstos síntomas…?
Número uno… -Yo, yo…
Número dos… -Yo, yo…
Número…
En fin, y así hasta quedar con el brazo acalambrado.
Dicen que mis cambios de humor son rápidos, violentos y notorios.
Paso muy fácilmente del éxtasis a la agonía, de la risa al llanto, de la sutil sensibilidad, a la más furiosa insensibilidad.
Del amor al odio.
Puedo voltear en cualquier esquina y olvidar los problemas que venía arrastrando.
Mis preguntas son:
¿Está mal?...
¿De qué habría de curarme?...
Solo soy consecuente con mi vida, sigo su ritmo.
¿Debería acaso moderarme?
En tal caso, ¿Por el bien de quién?
¿Mío ó de los demás?
Si es por mí, no se preocupen.
No puedo, no quiero y no debo, ser demasiado diferente de lo que la vida nos enseña.
Sufrí golpes y accidentes mientras disfrutaba ó reía, y el momento cambiaba, y mutaba en desconsuelo.
Me encontraba llorando, en el momento en que una paupérrima gracia, me echó a reír.
La agonía del parto, estalla en la dicha sin parangón de ver en directo el fruto de la creación. Como no reconocer el placer de las necesidades fisiológicas satisfechas, luego de una agónica y extendida espera.
Todo lo que pude observar en la vida posee éstas características.
El papel de una cara, aún no se conoce, tampoco la moneda, ó nosotros mismos, que podremos soportar infinitos cortes, escisiones, más nunca dejaremos de presentar dos caras.
La masa que nos compone, está amalgamada, por el bien y el mal, lo bello y lo atroz, la calma y la tempestad, el sanador y el hiriente, mi cuerpo y mi cadáver.
¿De qué curarme entonces?
¿Seguiría siendo yo, ó ya no me reconocería?...
La acción y la reacción son inseparables, y para equilibrarse deben ser opuestas, de signo contrario y de idéntica magnitud.
Ya nombrarlas por separado, me suena a herejía, dado que son la misma cosa, se necesitan, no existiría una sin la otra.
Si ocultamos una de las dos, de ninguna manera dejaría de existir.
Solo estaría patéticamente mal encubierta, esperando el momento de estallarnos, en las narices de nuestra propia ignorancia.
La diferencia entre una buena ó mala acción, es tan inasible, que solo el tiempo tendrá una vaga respuesta.
Es la diferencia entre lo que fue y lo que podría haber sido.
Como interpretar, los valores de una acción, sin conocer los resultados de dicha acción a futuro.
Lo que hoy suene terrible, tal vez modifique radicalmente nuestras existencias.
El evento que nos cambia sutil ó violentamente de sendero, ligado a otros tantos, que jamás hubieran sucedido, de no ser por ese mínimo hecho, pueden convertir esa acción desdichada, a futuro, en nuestros más venturosos momentos.
Ojo… y viceversa…
Por lo tanto no pido, ni quiero ser curado.
Solo agradecería poder volverme un poco más funcional.
Puedo hacer, razonablemente bien, tantas cosas… (Lo aprendí de Robinson), que sería aburrido enumerarlas y podría llegar a aprender tantas ó más de las que ya sé.
Esto sucede porque soy anómalamente curioso… y aburridizo.
Hasta aprendí a hacer dinero, siempre y cuando, no sea yo el beneficiario.
Jamás descubrí el hechizo, que evitaba que la fórmula actuara en mi propio beneficio.
Dichosos los renacentistas, que sufriendo tal vez el mismo maleficio, tuvieron la dicha de encontrar su mecenas.
Encuentro más que impensado y harto improbable en éstos días.
Basta…, basta por favor de cagarnos de hambre.
Basta por favor de lucir como un pelotudo ante el mundo.
Más, esto no importaría tanto, si mis hijos no comenzaran a sentir lo mismo...
Basta por favor de trabajar con tanto sacrificio, para nada.
Basta por favor, mi cuerpo ya no lo aguanta.
Ni hablar de mi mente y mi alma, que se diluyen tanto, pero tanto, que ya casi no las reconozco.
Es como si las cataratas en mis ojos, que me impiden distinguir a una bella mujer a cierta distancia, se hubieran trasladado a mi vista interior.
Impidiéndome disfrutar de sus bellezas, atesoradas con ahínco a lo largo de la vida.
Alguien habló de la dignidad y la sabiduría que otorga la edad, la vejez.
Hablan de ello como si fuera una pensión otorgada a los ancianos indiscriminadamente en las ventanillas de pago de la vida.
No…, no… y no.
¿Por qué sería un genio ahora, que mis funciones declinan?
¿Como ser más sabio, cuando mi cabeza, ya no sabe lo que hacen mis pies?
¿Como puede adquirirse un halo de bondad, si nunca se lo tuvo?
¿Como podría impartir consejos, quien quizás pasó la mayor parte de su vida dormido?
Desterremos este mito de una vez.
Nadie puede ser mejor maratonista a los noventa años, que a los veinticinco.
Nadie puede mejorar lo que no posee.
Mejor aún, lo que ni siquiera sabe que puede poseer.
Para terminar con este tema…
¿Por qué alguien, que fue una alimaña en su infancia, siguió siéndolo en la adolescencia, alimentó esa bestia en su adultez, súbitamente reniegue de todas sus mañas y trampas, para pasar a ser un baluarte de urbanidad y sabiduría?
Es posible, más no la norma, ni por asomo.
Siento que la debilidad enternece, y no está mal.
El problema, es con quienes usan esa máscara.
Aún cuando tienen energía de sobra para dañar.
La contrapartida de estos seres, son los que lucharon por mejorar, los que caminaron sus vidas dignamente.
Se mantuvieron despiertos, pagaron el precio, ocultaron el dolor del golpe bajo y siguieron, más que por si mismos, por los demás.
Estos seres más escasos que los anteriores, son reconocidos por su luz y solo un alma cegada por no haber salido a vivir, dejaría de reconocerlos.
Según mi entender, son éstas personas, las que construyen los faros para las costas de la vida, manteniéndonos a resguardo de zozobras y naufragios.
Es una tarea tan dura, solo aceptada por algunos pocos valientes de espíritu.
A esas personas sí deberíamos rendirle honores y tributar nuestra ignorancia en las alforjas de su sabiduría.
Cuidado con los farsantes, cautela con los falsos profetas.
Adalides de las profecías auto cumplidas, modelan como húmeda arcilla los anhelos de los buscadores de respuestas prefabricadas.
Orientando, sin que despierten de su embeleso, sus ojos hacia la respuesta que sus dudas ansían. Cuidado otra vez.
No olvides, que eres soberano, que solo encontrarás lo que necesites...
Ó lo que puedas interpretar, en una búsqueda que no tiene fin.
Estar despierto, es una buena rutina.
Estamos permanentemente propensos, a enfocar nuestra atención en las cosas que descubrimos recientemente, ó en nuestros nuevos anhelos.
Si algo acapara nuestra atención, la tendencia será descubrirlo en todas partes.
Como cuando estamos por comprar un auto, ó cualquier otro artículo que deseemos con ganas. Antes, tal vez no habíamos fijado demasiado la atención en ellos.
Pero a partir de ese momento, estos dejan de ser invisibles y comienzan a proliferar como hormigas en la miel.
Con éste simple ejemplo, trato de destacar, la importancia de la observación y de la atención en el intento de descubrir lo oculto.
Siempre estuvo allí, solo mirábamos en otra dirección.
Es muy útil, en estos casos, evadir de alguna manera, los grilletes de la realidad.
Estirarla, deformarla y modificarla lo suficiente como para lograr un acercamiento algo más original a una nueva, vieja idea.
Solo desde allí encontraremos una nueva perspectiva.
Quizás tan falsa como la original, pero al menos novedosa, acercando nuevos cursos a seguir. Estamos rodeados de falsedades, mejor dicho, percibimos falsamente todo cuanto nos rodea. Estamos rodeados de un complejo sistema de cosas, desordenadas en tres dimensiones, sin contar, la infinita cantidad de eventos que instantáneamente modifican todo cuanto sentimos y percibimos.
Este maremágnum de información, es lo más cercano a la realidad que podamos encontrar, y tan efímera como el hecho de descubrirla.
Tan pequeño, infinitamente pequeño momento se nos escapa, no podemos de ninguna manera retenerlo.
Se escapa de la misma manera que una gota de rocío, bajo el sol abrasador del mediodía en verano.
La gota ya se fue, como la verdad.
Metamorfoseada en vapor, como la verdad, dejando tan solo su esqueleto, como la verdad.
Solo una informe mancha salobre cristalizada, como la verdad…
Tan, pero tan pobre para evocar lo que alguna vez fue, que al probar esos cristales, no reconstruiremos, ni por asomo, con la impotente ayuda de nuestros sentidos, lo que alguna vez fue una dulce, plena y fresca gota de rocío.
Y cada vez que la probemos, para evocarla, más desdibujaremos sus contornos.
Nuestra vida contiene trillones de estos menudos momentos, que al conjurarlos, se nos pretenden como sólidas verdades, creemos que realmente así fue como los hechos dejaron su impronta.
Tanta ceguera…
Tanto narcótico…
Unida a una descomunal indulgencia, para evaluar, al tope de una supuesta escala de veracidad, nuestras paupérrimas evocaciones…
Son las que han logrado, que hasta el día de hoy, el hombre, siga viviendo con tanta solemnidad esta farsa que han dado en llamar “vida”.
¿Como fiar de los sentidos, si en este momento mientras miro tu rostro, no puedo afirmar, que seas un ángel ó un demonio?
Si no puedo, apenas, ver o percibir tu espalda.
¿Qué tipo de alas tendrás?
¿Tendrás alas?
¿Tendrás acaso una espalda, donde descargar mis caricias ó depositar mis besos?
Y…Si embelesado con el movimiento de tus labios, apenas percibo tu aroma.
El infinito trajinar del viento en nuestra piel y nuestros cabellos.
Ó el trinar de los pájaros en esta tarde de estío y tantas simultaneidades, que escapan a mis embotados sentidos.
Solo de pensar, la espantosa y bidimensional foto que guardaré de éste mágico momento, sume mi espíritu en una oleada de preguntas sin respuestas.
En una tempestad de cuestionamientos a tu sabiduría infinita.
Si te molesta, Creador, lo siento, no me hubieras dado la posibilidad de pensarlo siquiera.
Más la tengo…
Muchos no lo hacen y tampoco los veo demasiado felices, aplicando las leyes de obediencia debida.
Sin ver, que al eludir la responsabilidad, entregando sus vidas a Ti, lo único que hacen es dejar de vivir.
Esperan que su Padre celestial viva por ellos.
La gran Poncio Pilatos…
Seguramente este párrafo hará rechinar los dientes de odio, a más del noventa y nueve coma nueve por ciento de los que lo lean.
Pero adoro eso.
Adoro la ironía que hallo impresa en cada molécula de tu obra.
Si hay algo, que hace que te siga buscando, con ahínco y profundo dolor, después de tanto tiempo.
Aún después de ver y oír tantas boludeces, es, Padre querido, tu sentido del humor, tu ácido manejo de la ironía, tu enorme habilidad para esconder retacitos de verdades, donde nadie mira. Ó peor aún, donde estos hermosos y perfectos sentidos que nos has dado, a tu imagen y semejanza, ni siquiera pueden soñar con llegar.
Difícil tarea la de ser Dios.
Tanto trabajo, tanta, pero tanta responsabilidad, que siendo omnisciente y omnipresente, deberías por añadidura, ser omnirresponsable de tu creación.
Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, la belleza y la fealdad, los ángeles y los demonios, el altruismo y la cobardía, santos y pecadores.
Incluso esto que escribo, por si no te gusta, también es obra tuya.
Dado que el simple devenir de los pensamientos, me lleva a deducir, que si mi roma y estrecha mente mortal, pudiera imaginar algo más allá de los límites del todo, (no debería poseerlos; si realmente es el todo), tu obra sería incompleta e imperfecta.
Si una sola molécula lograse escapar del todo, este no existiría como tal.
Y con ésa molécula, escaparía tu divinidad, ya que nunca volverías a estar completo sin ella.
Y andarías vagando dolido por la eternidad, tratando de completarte.
Como nosotros…
Como todos nosotros.
Quizás ahora sí entienda que estamos hechos a tu imagen y semejanza, y hoy en lugar de pedirte ayuda, te compadezco, como solo puede compadecerse a un amigo abatido.
Te comprendo…
La verdad, se halla siempre en la partícula que nos falta.
La que efímeramente nos convierte en el todo.
Por lo tanto, si somos partículas constitutivas de tu divinidad, somos absolutamente imprescindibles para tu existencia.
Ergo, divinos también.
Si una utopía pudiera cobrar vida…
Si tuviera que elegir un solo deseo entre millones, creo saber cual sería.
Te pediría que liberes a esa constelación de ciegas almas sumidas en la culpa y les entregues sus vidas…, la verdadera responsabilidad de sus vidas.
Carga infinitamente más pesada que la narcotizante culpa, pero nuestra…
Humana y divinamente nuestras.
Lo más cercano a la verdadera libertad, que podamos alcanzar, al menos en éste plano.
Yo no olvido.
Ni aún, en la medianamente falsa urdiembre de mi vida, puedo olvidar, mi pequeña divinidad, como la tuya, como la de él, como la de ella, como la de cada partícula…
De cada uno de los reinos existentes, ó por existir.
Creo haber mencionado, que en toda la vida, en toda la creación los extremos están peligrosamente juntos.
Lo cósmico y lo insignificante, la eternidad y el no tiempo, lo bueno y lo malo, etcétera.
Son indisolubles componentes de la misma amalgama.
De igual manera todos y todo lo creado, e incluso, lo aún increado, somos nosotros, ó, lo que es lo mismo, eso casi ajeno que llamamos Dios.
Solo entre todos podríamos tener una vaga idea, acerca de la forma tridimensional de la escultura, que representa la vida.
Deberíamos mirar, mejor aún, VER, sus infinitos recovecos…
Tal vez así podríamos debatir libremente, sobre lo que cada uno sabe acerca de ella.
En lugar de agitar como válidas, esas tontas fotos parciales de la escultura, que para mí, lleva demasiado vívido, el colorinche de las estampitas de mi niñez, a las que miraba con asombro, pero sin entender un ápice acerca de su funcionamiento.
Menos dogma y más debate, sería mi consigna.
Lo interesante de esto, es que el dogma, comienza a morir en el mismo momento de su nacimiento, al enunciarlo.
En cambio, el debate, es un ser vivo, eterno.
Nace tímidamente, crece con la fuerza de un huracán, se mantiene largamente, con fuertes vientos arrachados y cobra y merma en virulencia según las circunstancias.
Más no muere.
Y si esto sucede, seguramente dejará infinidad de hijos, padres de nuevos conocimientos.
El peor miedo que podemos tener es tenerle miedo al miedo.
No hay ningún lugar donde quiera ir, porque no hay ningún lugar a donde llegar.
Mi pasión es buscar, recorrer todos los senderos posibles, entre los infinitos caminos.
Senderos sin fin cargados de riquezas.
¿Qué querés ser?...
¡Que estúpida pregunta!...
¡Todo, tonto…!
TODO…
Después de casi cincuenta años, a duras penas, reconozco lo que no quiero ser.
Detesto esa pregunta.
Primero… ¿A quién le importa?
Segundo… ¡Es tan limitativa, que es insultante!
Tercero… ¡A la mierda con ella!
Cuarto… me aburrí.
Son las ocho y trece de la mañana, nublada y tormentosa como yo, y, hace un par de días que no duermo.
Chau me pudrí.
Intentaré dormir, cuestión más complicada que la cuadratura del círculo.
En estos momentos me encantaría asesinar a mi cabeza, para que me deje dormir, si tal evento fuera posible…
Daniel.

Durante tres ó cuatro noches, de los primeros días de Marzo de 2008.
Alguien impuso este engorroso y prácticamente inútil sistema de fechado.
Y convenimos en usarlo, más, cualquier otro día en la historia, sería igual.
Los eventos construyen la fecha y no al revés.
Adiós.
UNA SEMANA DESPUÉS…
Posdata:
Sinceramente, pensé en continuar escribiendo, pero me ausenté una semana, para retornar a mi antiguo barrio, Olivos, y esta noche, al releerlo para retomarlo, ya no siento la necesidad.
El masaje al alma, de contar las ideas, los sentimientos, las anécdotas, en forma personal es demasiado gratificante como para dejar de ser un vicio.
Un vicio, donde el narcótico es la retroalimentación y el aprendizaje instantáneo que se da entre almas en comunicación.
Tal vez retome, pero será en otro momento.
Por ahora, si te interesa seguir, venite y lo discutimos.
Traé ganas, debate e inquietudes y lo charlamos, sintiéndonos, estimulándonos, disfrutando, ó padeciendo juntos.
Por ahora vivo en Mar de Ajó, en Buenos Aires, Argentina.
Me declaro parcialmente frustrado por no poder transmitir, siquiera una parte de lo que imaginé, pero muy satisfecho de haberlo intentado sinceramente.
Si lo leíste todo, gracias, y si no lo leíste también, aunque nunca te vas a enterar.
Besos.
Dedicado…
A mis siete octavos que me completan.
Matías, Carolina, Pamela, Camila, Judith, Valentina y Zoe. Solo juntos me siento entero.
También a la interminable lista de seres que regaron con sus aromas mi sendero y a todos los que aún lo harán.
No me hagan escribir al pedo, todos y cada uno de ustedes, saben quienes son.
Los amo.
Chau. Dany.
Me fui…
2008.
Amanece que no es poco… Buena hora para intentar dormir…