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Mar de Ajó, Buenos Aires, Argentina
Sé todo lo que sé, más no importa, voy por lo que aún no sé. Si querés saber quien soy, sin dudas, leé Ciruja Cósmico en el blog...

martes, 8 de marzo de 2011

LA FÁBULA DEL GANADO DESGANADO.

Pastaba una vez, el ganado más variopinto que puedan imaginar, en una pequeña parcela.
Todo marchó de maravillas, durante un corto período de tiempo, hasta que el ganado, comenzó a perder vitalidad.
El desgano, la apatía, el sinsentido se fue apoderando del mismo.
Como consecuencia de esto, su rendimiento, decayó a niveles alarmantes.
Mucho de este ganado, se dejaba morir, sin más.
Los sabios a cargo del mismo, se reunieron en su Olimpo a discutir sobre el tema.
Intentaron levantar el ánimo de su granja, de todas las formas imaginables, aún, de las difícilmente imaginables.
Ninguna surtió efecto.
Las mejores de ellas, solo lograron una fugaz mejora, que duraba tanto, como el registro de la felicidad en los humanos.
Abatidos, viendo como su bienestar se esfumaba ante sus ojos, decidieron convocar a ese sabio loco y huraño.
El mismo a quien nunca habían atendido.
Mandaron buscarlo, a través de lo que consideraron su mejor emisario.
Sabían, que no sería fácil, convencer a quien nunca escucharon, de volver.
Muchos deberían tragarse sus palabras de descrédito.
Así, las cosas, el emisario partió en busca del paria, pues este era el mote que mejor lo describía, según ellos, a pesar de que bien se cuidarían de que cayera de sus labios.
Nada quedó librado al azar.
El emisario, era carismático, inteligente, poderoso, de firmes convicciones y dominante carácter.
Si él no lo lograba, ¿Quién más?
Emprendió el arduo camino, luchando para que la seguridad que vendía, empatara con la que verdaderamente sentía.
Por alguna extraña razón que desconocía, nunca había logrado tal cosa.
En el camino, se topó con algunos ocasionales peregrinos, a quien el loco, llamaba amigos.
Venciendo la repugnancia que le provocaba, tratar con este tipo de gente, a la cual, en apariencia, nada le importaba, apeló a su carisma, tratando de averiguar el paradero del sabio.
La respuesta habitual, era un enigma para el emisario.
Siempre, invariablemente, escuchaba:
¡Nada más fácil, que encontrar al loco!
Pues yo no lo veo tan sencillo, aducía.
Está en todas partes.
¡Dígame, so bruto, la dirección de alguna de esas partes!
Como pretende usted, señor instruido, que alguien tan elemental, pueda contestar semejante paradoja.
Solo necesito saber ¡donde!
Y todo lo que escucho, es, en todas partes, ¡que es lo mismo que decirme en ninguna parte!
Ve señor, su inteligencia lo ha resuelto de manera brillante.
Dicho esto, el hombre partió, dejándolo desnudo con sus pensamientos, aturdido.
Antes que desaparezca, atinó preguntarle, ¿porqué dicen que está en todas partes, si he recorrido todas esas partes y nunca lo he visto?
El peregrino, se volvió, y con cara de compasión, le dijo.
Está en todas partes, porque nuestras necesidades se encuentran en todas partes.
Tal vez sus necesidades, se encuentren en un paisaje que él, nunca frecuenta.
Y siguió su camino...
Horas que parecieron meses, angustias que parecieron torturas, noches que parecían muertes, se abatieron sobre el emisario, que despojado ya de ciencia, carisma, ímpetu y seguridad, se debatía consigo mismo, no pudiendo digerir la derrota.
Nunca podría cumplir con su promesa de llevar al sabio, para solucionar el tema del ganado que moría de desgano.
Pensó, que su vida ya no tenía sentido, que todo lo que creía, se había desmoronado, que esa sensación de fragilidad, que anidaba en su interior, anestesiada, lo había corroído como el ácido.
¿Para qué el sacrificio, si ya nada tiene sentido?
Millones de veces repiqueteaba esta pregunta en su interior, mirara donde mirara, aún, eligiendo mirar lo que hasta un rato antes, había sido clarísimo, diáfano y seguro refugio.
Sintió a su lado, una especie de suspiro, más no lo reconoció como propio, porque no era de abatimiento, sino, de total entendimiento.
Casi desmaya de locura, cundo a su lado, percibió la figura del sabio, sentado junto a él.
Repuesto de la sorpresa, sintió que retomaba su confianza, que todo lo que se planteaba, había sido un mal sueño, y su personaje, volvió a vestirse con las ropas que traía.
Su primera pregunta, quedó retumbando en el aire…
El loco, ya no estaba.
Ahora, esa locura que el creía ver, se apoderó de su ser y nada impidió, que estallara en llanto.
Ciego de impotencia, escuchó:
¿Qué necesitas?
Miró incrédulo, y el loco estaba ahí.
¿Por qué no aparecías?
Porque tus necesidades, estaban sometidas a un juego que no me interesa.
¡Es que no las tenía!
A eso me refiero.
No juego con las reglas de la ilusión, creo la ilusión, para que se rompan las reglas.
No entendió lo que le decía, pero supo, que tarde o temprano, la duda volvería por él.
Tratando de reponerse, expuso atropelladamente, el motivo de su búsqueda.
El loco, escuchó pacientemente, la tonta historia del ganado desganado.
Tus pares, y tu mismo, deberían conocer la solución, porque hablé de ella, pero en ese momento, no les convenía entender.
Por favor, ¡no sabemos de qué habla!
Eso, seguro. Mi idioma, carece de traducción en su sistema.
Al menos, hasta que entiendan que su realidad, no es la de todos.
Algo me dice que tiene razón, más sigo sin comprender.
Nada se comprende sin libertad.
Ahí, se equivoca, debería entenderlo, porque nosotros ¡somos la libertad misma!
Entiendo…
El loco, parecía resignado.
El emisario, sintiendo que era su momento, pidió que lo acompañara.
Los amos del ganado, pagarían muy bien por una solución.
El sabio, replicó que eso, ya lo sabía, los que en realidad no sabían cuanto estarían pagando por eso, eran los amos.
Para sorpresa del carismático emisario, el loco, se irguió, y emprendió, si más, el camino.
Aturdido, se levantó y partió con él.
Llegaron en la noche, y entraron discretamente.
En forma inmediata, se reunió el consejo de ganadería.
Saludaron de mala gana al loco, y expusieron su problema.
El sabio, riendo, explico algo, que de tan obvio, a nadie se le había ocurrido.
Nadie, incluso el ganado, rinde, si no siente la libertad.
¿Cómo pretenden que el mismo prospere?
¿No han notado que las pequeñas dimensiones del corral al cual lo han sometido, no permiten siquiera que se alimenten?
Sus movimientos son limitados, debilitándose, la comida escasa, para tantos.
No se reproducen para que sus crías, no pasen por ese infierno de falta de estímulos.
El tedio los corroe, más rápido aún que las necesidades.
El consejo, escuchaba, o al menos oía, que no es lo mismo, pero parece.
Después de un breve conciliábulo, concedieron otorgarle la razón.
Con toda la solemnidad que el caso ameritaba, consultaron al sabio loco, acerca de su opinión.
El sabio, pidió agua.
Varios, fueron por un tonel.
Lo pusieron frente a él, expectantes.
El loco, sumergió su boca y tomo un largo sorbo, antes de sentarse.
Esperaron, y nada ocurrió.
¡Díganos lo que piensa!
Lo sabrán si traen comida.
Repitieron el proceso, y el sabio, comió.
Impacientes, volvieron a preguntarle.
Ahora, necesito dormir.
Algo molesto por la respuesta, uno de los amos, le espetó.
¡Ya tiene lo que quiere! ¡Por qué no nos responde!
Mal podía, pues no tengo lo que quiero, porque afortunadamente, aún no se que es lo que quiero.
Pero si puedo decirles, que lo que tengo, es lo que necesito.
Nadie puede pensar libremente, si no tiene lo que necesita.
Con sed, hambre y cansancio, nadie puede acertar una respuesta.
Por lo tanto, ahora me voy a dormir, pues para realizar, primero debo soñar.
Sin decir otra palabra, se acostó donde estaba y durmió.
Exasperados y estupefactos, decidieron esperar que despierte, pese a la propuesta de varios de ellos, de matarlo ahí mismo.
Velaron su sueño, sin saber que lo hacían.
Al cabo de un tiempo sin tiempo, el loco despertó.
¡Dinos ahora, lo que has venido a decirnos!
No he venido a decirles nada.
No es su emisario quien me ha traído.
No es siquiera su mezquina necesidad, la que me ha traído.
Es la necesidad del ganado, la que en realidad me ha traído.
Por lo tanto, no hablaré nada, sin antes hablar con los representantes del ganado desganado.
Furiosos, pensando ya en una buena hoguera, decidieron ceder ante su desesperada situación.
Ya habría tiempo de hogueras.
Traigan los representantes del ganado, rugió uno de los que parecían más amo que los otros.
Antes que salgan como una exhalación a buscarlos, el loco los detuvo.
Nadie puede traerlos. Yo debo elegirlos.
Elegiré dos de aquellos, que tengan la más importante de las necesidades.
A regañadientes, cada vez más hartos de tanta exigencia, aceptaron.
Lo acompañaron al pequeño corral.
Observó, sin mirar, solo viendo, y señaló dos toros.
Esos, dijo.
¡Imposible!
Esos Miura, no dejan que nadie se acerque, por eso están aislados y son carne de matadero.
Pues son esos o nada.
Nadie los traerá.
No es lo que he pedido…
Solo necesito que se vayan, y yo, hablaré con ellos.
¿Cómo podrían ayudar ustedes, cuando ni siquiera saben que hacer?
Ya deformados, de la rabia, optaron por permitir esta última humillación y se retiraron.
Desde la lejanía, miraron como el loco, se acercaba a los Miura, y les hablaba.
Al cabo de un tiempo, salió del pequeño corral, y volvió al palacio.
Reunió a todos y les dijo, que tenía la respuesta.
La  expectativa, era infinita y se disfrazaba de ansiedad.
Y el sabio loco, habló.
El problema que ustedes tienen, es que necesitan del ganado, se han hecho dependientes del mismo.
La obvia solución, sería dejar de depender de él y otorgarles la libertad.
El murmullo de repudio, casi se convierte en una batahola.
Cuando los ánimos lograron apaciguarse, por la franca intervención del emisario, que sugirió escuchar lo que el paria, tenía por decir, este prosiguió…
Sin libertad, los seres, no se realizan, por lo tanto, nunca darán lo mejor de sí.
El ganado, se deja morir porque está confinado.
El espacio para desarrollarse, no es suficiente, los alimentos, escasean, el placer de vagar, brilla por su ausencia, nadie escucha sus pensamientos, y los alambres, laceran su piel.
Nunca obtendrán así, más leche que la poca que hayan obtenido hasta ahora.
Por lo tanto, ahora, todo queda en sus manos.
Deben decidir entre lo que consideran sus necesidades, que no es más que la dependencia del sistema que han creado, y las necesidades de todos, que están más emparentadas con la libertad, que con ustedes.
Una turba, se abalanzó sobre el loco, dispuesta a lincharlo.
A duras penas, el emisario, logró convencerlos de no matarlo.
Luego de un acalorado debate, decidieron desterrarlo a su tierra, como si tal cosa fuera posible.
Para asegurarse, que nunca volviera, designaron al emisario, para dejarlo donde lo había encontrado.
Partieron esa noche, con menos discreción que con la que habían llegado.
El primer tramo del camino, lo compartieron en silencio.
Hasta que el emisario, lo rompió, con la siguiente reflexión.
Que paradoja, que cuando me invadía la esperanza de encontrarte, no pudiera hacerlo, y ahora que todo está perdido, camino a tu lado.
No hay ninguna paradoja en ello.
Estoy a tu lado, porque tu necesidad, ahora es real, si hay algo que podamos llamar real en esta vida, seguramente lo tenemos escondido en nuestro interior.
Hoy, quien dicta tus necesidades, es tu interior, por lo tanto ya siempre estaré donde necesites.
Y nada está perdido, por el contrario, hemos ganado.
¿Ganado?
Si ganado, del verbo ganar, no ganado, al cual pertenecías sin saberlo.
Ese ganado que pedí liberar, convierte en ganado a quienes dependen de él.
¿Qué fue lo que dijiste a esos toros?
Lo mismo que acabo de decirte a ti.
¿De que les serviría?
¿Me has visto hablar con cualquiera?
No, has elegido esos toros, más desconozco porqué.
Los elegí, porque estaban aislados, listos para el matadero, pero eran los únicos, que no estaban, ni estarán, sometidos.
Es cierto, pero siento, que todo ha sido en vano, pues quienes estaban conmigo, no harán caso a tus palabras.
Lo sé.
Entonces, es una batalla perdida.
De ninguna manera.
Sus necesidades, los hacen vulnerables, su dependencia del sistema, los hace frágiles.
No pueden salir  del él, sin que su mundo estalle en pedazos.
Entonces, reconoces el fracaso de lo que has hecho.
El problema, es que tú, no ves lo que he hecho.
¿Y que es lo que has hecho?
Inoculé el virus de la libertad, en quienes tenían necesidad de ella.
Ahora, comienza la eterna pelea.
Ellos, simulando la libertad, corriendo cada vez más el alambrado, a medida que el ganado, redescubre los límites del mismo.
Muchos, sintiéndose libres, mientras ignoren que más allá de sus narices, solo hay un alambrado cada vez más espacioso, produciendo más para aquellos que manejan la ficción.
Pues, entonces, reconoces, que fue en vano…
No. Estoy pensando, que si sigues pensando lo que estás pensando, tal vez, haya sido en vano, creer que estás pensando, lo que estás pensando…
Solo la sonrisa con que lo dijo, tranquilizó algo al emisario.
La sonrisa franca, solo nace de la amistad.
¿Entonces?
Hasta que punto te ciega la mansa costumbre, que olvidas los toros.
Ellos, están avisados del juego de los amos.
Saben pasar el alambrado.
Tienen un propósito, despertar a cuantos puedan, jugando con los espacios que conquistan, sabiendo que ya están conquistados desde siempre.
Es solo su manera de ganar tiempo, hasta que el resto del ganado despierte.
Uno de estos días, el sistema, implotará, cuando todos entiendan, que la libertad, no se otorga, solo se tiene.
Cualquier otra forma de vivir, hace que todos, seamos ganado.
Ahora, ¿que te parece, si dormimos un rato, en la realidad de los sueños?

Dani, el pelado.

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